jueves, 13 de mayo de 2010

INDEPENDENCIA.



































































EL Grito De Dolores

El Grito de Dolores es considerado el punto cronológico con que inicia la guerra de Independencia de México. Consiste en el llamado que el cura Miguel Hidalgo y Costilla (en compañía de Ignacio Allende y de Juan Aldama), hace a sus parroquianos con el fin de que estos desconocieran y se sublevaran en contra de la autoridad virreinal de la Nueva España en la mañana del 16 de septiembre de 1810. El llamado se hace al tañir la famosa Campana de Dolores, ubicada en el campanario oriental de la iglesia parroquial del entonces poblado de Dolores (hoy Municipio de Dolores Hidalgo C.I.N. (Cuna de la Independencia Nacional), ubicado en el territorio del estado de Guanajuato).
Una vez congregada la población frente a la iglesia, el cura Hidalgo pronuncia un emotivo sermón, al final del cual grita: "¡Viva la Virgen de Guadalupe!, ¡Abajo el mal gobierno!, ¡viva Fernando VII" En futuras correspondencias de Allende se señalaría que el nombre de Fernando VII habría sido usado como pantalla. El texto de este grito ha sido alterado con posterioridad sirviendo a los intereses del gobierno respectivo, con adiciones como "Viva la América española" (un reclamo posterior), "Mueran los gachupines" (una expresión de rivalidad que sólo aparecería más tarde por parte de Miguel Hidalgo) o "Viva México". Este último forma parte del grito de independencia que en la actualidad profiere el presidente de México en ocasión de las festividades conmemorativas de la Independencia, pero es evidente que Hidalgo no pudo haberlo proferido así al no haberse determinado aún el nombre del futuro país independiente (ni si éste sería su destino).
La precipitación con la que convoca al levantamiento responde a que la conspiración independentista había sido recién descubierta por la autoridad virreinal. A partir de ahí iniciaría una guerra de independencia que culminaría con la firma del Tratado de Córdoba el 24 de agosto de 1821 y la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, evento con el que se consuma de forma oficial la independencia de México con respecto a España.
Actualmente, la Campana de Dolores se encuentra en la alta cornisa del balcón presidencial de Palacio Nacional, junto al de la Ciudad de México. Cada 15 de septiembre el presidente en turno la hace sonar, en conmemoración del aniversario del inicio del proceso independentista mexicano, proclamando vivas a la patria inspiradas lejanamente en las de Hidalgo y que varían de año en año, aunque con partes casi invariables (el final de la alocución con un triple ¡Viva México!, el viva a los héroes independentistas y otras).
Durante el siglo XIX el grito fue conmemorado el día 16 de septiembre, pero el presidente Porfirio Díaz cambió la celebración para la víspera, haciéndola coincidir con su cumpleaños, precisamente el día 15.


Historia de la alondiga de granaditas

La Alhóndiga de Granaditas se encuentra en la calle 28 de septiembre esquina con Mendizábal, en el Centro Histórico de la ciudad de GuanajuatoSi bien su cometido inicial fue el almacenaje y la venta de granos, funcionó muy poco como tal, ya que a los ocho meses de haber iniciado sus funciones dio comienzo el movimiento de Independencia y con éste cambió su destino cuando ante el inminente ataque de los insurgentes dirigidos por don Miguel Hidalgo y Costilla, la alhóndiga sirvió de refugio a los defensores de la colonia y el régimen virreinal comandados por el intendente Antonio de Riaño y Bárcenas. El 28 de septiembre de 1810 fue escenario de una de las primeras y más importantes batallas de la guerra de Independencia con la toma de la Alhóndiga de Granaditas en la que se cubren de gloria las armas insurgentes capitaneadas por don Miguel Hidalgo y Costilla, acompañado por don Ignacio Allende y Unzaga, don Juan Aldama, don Mariano Abasolo y don Mariano Jiménez.Esta batalla es recordada por la valentía de los mineros guanajuatenses, entre los que sin duda destacó el barretero de la mina de Mellado, Juan José de los Reyes Martínez, "El Pípila", quien cubierto con una pesada losa para esquivar a los contendientes que se encontraban parapetados, logró quemar la puerta del baluarte y propiciar el triunfo de Hidalgo y su ejército.
Causas de la guerra. Al igual que en el resto de la Nueva España, uno de los aspectos sociales que dieron pie a la guerra de independencia en esta región, fue que tanto los mineros como los peones acasillados estaban endeudados de por vida en las tiendas de raya. Por otra parte, los mineros guanajuatenses fueron severamente castigados por oponerse a la orden del rey Carlos III, que expulsaba a los jesuitas del Real de Minas, lo que motivó que muchos mineros fueran sentenciados a ser azotados públicamente y otros a la pena de muerte.Lo anterior generó el ánimo social preciso para el levantamiento contra los españoles, sólo faltaba la mecha para enfrentárseles abiertamente, el Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla la proporcionó, respaldado por el pueblo y muy significativamente por los mineros de Guanajuato. Es así que el 16 de septiembre de 1810, el pueblo de Dolores fue escenario del inicio del movimiento independentista.
Guanajuato, el objetivo. Con un ejército insurgente integrado por hombres del pueblo armados con ondas, garrotes, lanzas y unos cuantos machetes y fusiles fue que triunfó Hidalgo en Celaya. Su siguiente objetivo fue Guanajuato. A tan solo doce días del comienzo de la guerra de Independencia, llegó Hidalgo a la ciudad de Guanajuato. Ante el inminente ataque de los insurgentes dirigidos por el padre Hidalgo, el 28 de septiembre de 1810, se refugiaron en esta fortaleza el ejército realista y los españoles que habitaban la ciudad, comandados por el intendente Riaño. Fuertemente armados, los españoles resistían en la Alhóndiga de Granaditas todos los intentos de los insurgentes para apoderarse del edificio. El esfuerzo costaba muchas vidas a las tropas mal armadas de Miguel Hidalgo.
Desigualdad. La batalla fue cruel y despiadada, y estuvo marcada por la desigualdad de los contendientes. Sobresalió la valentía de los mineros guanajuatenses, entre los que se encontraba el barretero de la mina de Mellado, Juan José de los Reyes Martínez, apodado el Pípila, quien protegido por una gruesa losa en la espalda, se arrastró en medio de una nutrida balacera hasta la puerta de la Alhóndiga, y armado con una tea ardiendo, logró encender la puerta del baluarte, que pronto cedió, con lo que fue posible ocupar la Alhóndiga de Granaditas. Así culminó la más grande victoria insurgente sobre las tropas realistas.
Versiones. Existen diferentes versiones acerca del origen del Pípila. Se desconoce la fecha de su nacimiento pero se sabe que falleció el 26 de julio de 1863.Una de las versiones narra que fue oriundo del poblado de La Valenciana, Guanajuato y que trabajó como barretero en la mina de Mellado. La otra cuenta que Juan José nació en San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende), fue hijo legítimo de Pedro Martínez y María Rufina Amaro y que su esposa se llamó Victoriana Bretadillo.
Valiente mestizo. El insurgente Pedro García que conoció en Guanajuato al Pípila dice que era un hombre fuerte y valiente de tipo mestizo, de origen otomí o chichimeca, que sabía leer y escribir; era moreno de cabello lacio y oscuro, ojos rasgados y complexión musculosa, y padecía cascado, una enfermedad silicosa común entre los mineros. Partidario de la causa insurgente, pertenecía al ejército organizado por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende. Hoy en día se recuerda al Pípila con una estatua colocada en la parte alta de la ciudad de Guanajuato, obra del escultor Juan Olaguíbel.
Hacia Valladolid. Tras la toma de Guanajuato, el ejército insurgente comandado por Hidalgo marchó a la ciudad de Valladolid, hoy Morelia. Después se encaminó hacia México; ganó la batalla del Monte de la Cruces y fue derrotado en San Jerónimo Aculco, por el general español José María Calleja. Tras la derrota se dirigió a Guadalajara, en donde expidió decretos sobre el uso exclusivo de las tierras de comunidad por sus dueños, la abolición de la esclavitud, la extinción de los monopolios estatales del tabaco, la pólvora y los naipes, así como la supresión de los tributos que pagaban los indios.

Exhiben las cabezas. El ejército de Hidalgo se enfrentó al de Calleja en el Puente de Calderón. Tras caer en una trampa urdida por un ex jefe del movimiento libertador de Coahuila, el Generalísimo fue hecho prisionero por Calleja. Los cautivos comparecieron ante un consejo de guerra, e Hidalgo, condenado a muerte, sufrió su pena el 30 de julio de 1811.Un año más tarde de la toma de la Alhóndiga de Granaditas, el 14 de octubre de 1811, llegaron a Guanajuato las cabezas de los primeros héroes de la patria: Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez que fueron colocadas en jaulas de fierro en los cuatro ángulos de la Alhóndiga de Granaditas. Las cabezas permanecieron allí hasta el 28 de marzo de 1821 en que fueron retiradas por órdenes de don Anastasio Bustamante quien les mandó dar sepultura en el panteón de San Sebastián. Aún es posible apreciar las cuatro alcayatas que soportaron las jaulas.
Museo de la Alhóndiga. El edificio no volvió a ser depósito de semillas. Fue transformado sucesivamente en fábrica, almacén de tabacos, vecindario, también funcionó como cuartel de liberales. En el año de 1864 fue usado como cuartel por las tropas francesas. Ese mismo año, Guanajuato recibió la visita del emperador Maximiliano, quien tomó la decisión de convertirlo en cárcel, y con esa función se mantuvo hasta que en 1945 se comenzó a utilizar como museo regional. El 17 de septiembre de 1949 se realizó la dedicación como Museo de la Alhóndiga.En 1958 se decidió su transformación como el Museo Regional de Guanajuato que hoy opera dentro de la Red de Museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.


El Pípila; un minero que se unió a la lucha de independencia y que un 28 de septiembre se inmortalizó y pasó a ser un héroe nacional que de alguna manera encarna a todos los indígenas del México desde la colonia hasta la actualidad. Recordemos a los héroes del pueblo, un pueblo que sigue siendo explotado como en otros siglos. No se porque pero el siguiente relato de Galeano me hace pensar que el tiempo parece no cambiar las circunstancias de México y en general de está América Latina nuestra.
Las tropas de Hidalgo se abren paso, en tromba, desde las breñas de los cerros, y a pedradas se descargan sobre Guanajuato. El pueblo minero se suma a la avalancha insurgente. A pesar de los estragos de la fusilería del rey, la multitud inunda las calles y el oleaje arrolla a los soldados y arremete contra el bastión del poder español: en la Alhóndiga de Granaditas, bajo las bóvedas de treinta salas, hay cinco mil fanegas de maíz y una incontable fortuna en barras de plata, oro y alhajas. Los señores de la colonia, despavoridos, se han encerrado allí con sus caudales.En vano imploran piedad los petimetres. El Pípila, obrero de las minas, es el héroe de la jornada. Dicen que él se echó a la espalda una enorme losa, atravesó como tortuga la lluvia de balas y con una tea encendida y mucha brea incendió la puerta de la Alhóndiga. Dicen que el Pípila se llama Juan José Martínez y dicen que tiene otros nombres, todos los nombres de los indios que en los socavones de Guanajuato son o han sido.



Francisco Miranda

Precursor del movimiento de emancipación de Hispanoamérica (Caracas, 1750 - San Fernando, Cádiz, 1816). Era hijo de un comerciante canario que había hecho fortuna en Venezuela. Francisco estudió en la Universidad de Caracas y se alistó en el ejército español en 1771. Combatió en el norte de África, en las Antillas y en la intervención contra Gran Bretaña durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos (1780-81).
Luego se instaló como comerciante en Cuba. Pero fue procesado por contrabando y lectura de libros prohibidos en 1783; porque, efectivamente, Miranda era seguidor de los enciclopedistas y los filósofos ilustrados, cuyo ideario político liberal había adoptado.
Antes de ser desterrado al norte de África, consiguió huir y se lanzó, por lo que le quedaba de vida, a luchar contra la dominación colonial española en su país. Recorrió Europa y Estados Unidos defendiendo la causa de la independencia hispanoamericana, a imagen de lo que habían hecho las antiguas colonias británicas del continente. Su pertenencia a la masonería le facilitó el contacto con las personalidades más relevantes del mundo, a través de las logias europeas y americanas.
Durante su estancia en Francia, se adhirió a la Revolución, que le nombró general, y prestó sus servicios para la conquista francesa de los Países Bajos (1792-93); pero perdió el empleo por un conflicto con Dumoriez. Fue perseguido por el Comité de Salvación Pública durante el Terror (1793), pero se salvó de la guillotina por la caída de Robespierre. Luego presidió una junta de representantes de las colonias españolas de América (fundada en París en 1797), que respaldó su campaña en busca de apoyos internacionales.
En 1806 regresó a Venezuela, habiendo conseguido promesas de ayuda por parte de la zarina Catalina II de Rusia, el presidente americano Jefferson y, sobre todo, el Joven Pitt, primer ministro de Gran Bretaña, de cuyos intereses geoestratégicos se convirtió en agente.
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Miranda pretendía formar un único Estado hispanoamericano independiente desde el Mississippi hasta la Tierra del Fuego, para el cual había proyectado una constitución, ideado un nombre -Colombia- e incluso diseñado una bandera (la actual de Colombia, Venezuela y Ecuador). Pero su primer intento de desembarcar en Ocumare fue rechazado por el capitán general de Venezuela; y un segundo desembarco en Coro no despertó la adhesión que esperaba por parte de los criollos, por lo que regresó a Europa en busca de refuerzos (1807).
La invasión de España por las tropas de Napoleón en 1808 creó en las colonias americanas una situación de desconcierto y vacío de poder, que los independentistas aprovecharon para lanzar su revolución con más garantías de éxito: Miranda fundó el periódico El Colombiano, desde el cual coordinó los movimientos revolucionarios que estallaron simultáneamente y con características semejantes en toda Hispanoamérica en 1810; en aquel año regresó a Venezuela, a instancias de Bolívar y de la junta revolucionaria formada en Caracas.
Un Congreso proclamó la independencia de Venezuela al año siguiente, adoptando una Constitución inspirada en la de los Estados Unidos. Miranda fue puesto al frente del ejército rebelde y se proclamó dictador para detener el contraataque español (1812). Pero fue derrotado y capituló sin consultar a sus propios compañeros en aquel mismo año; desacreditado por sus errores políticos y militares, y enfrentado tanto a los republicanos radicales como a los terratenientes conservadores, fue arrestado por Bolívar y entregado a los realistas, que le enviaron preso a España, donde murió.

Ignaci Allende.

(Ignacio María de Allende y Unzaga) Militar independentista mexicano (San Miguel el Grande, actual San Miguel de Allende, Guanajuato, 1769 - Chihuahua, 1811).
Ignacio Allende era un criollo de buena familia, diestro en las artes de la caballería y de carácter fuerte. Por vocación, en 1795 ingresó en el ejército donde recibió una sólida formación y obtuvo el grado de capitán en 1797.
En el cantón de Jalapa Ignacio Allende conoció a otros criollos con los que compartió sus ideales políticos de descontento contra el Gobierno español. A finales de 1809 el Gobierno virreinal descubrió una gran conspiración en Valladolid (hoy Morelia) e intentó desmantelar el movimiento independentista, pero Allende estableció contacto con una ramificación importante en Querétaro, en la casa del corregidor Miguel Domínguez y su esposa, Josefa Ortiz.
Por uno de los participantes, el oficial Joaquín Arias, la conspiración fue descubierta, Ignacio Allende fue avisado oportunamente y pudo advertir a otro conspirador, el cura de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla. En la madrugada del 15 al 16 de septiembre de 1810 se convocó a todo el pueblo a toque de campana para tomar las armas. Un gran contingente de criollos e indígenas marcharon hacia San Miguel, y en Atotonilco el cura Hidalgo adoptó el estandarte con la Virgen de Guadalupe como insignia.

En Guanajuato los insurgentes, incontrolables, asaltaron ferozmente la alhóndiga de Granaditas y asesinaron sin piedad a los españoles junto con sus familias. Por ello Hidalgo y Allende se enemistaron entre sí. En Valladolid se les unieron más rebeldes que se enfrentaron con éxito al ejército realista en el Monte de las Cruces.
Su siguiente meta fue la ciudad de México pero, ante la perspectiva de otra matanza, Hidalgo decidió retroceder. En Aculco los esperaban las tropas realistas de Félix Calleja y Manuel Flon, que les derrotaron. De nuevo se enfrentaron a los realistas en el Puente de Calderón en donde los perdedores fueron los insurgentes.
Tras refugiarse en una hacienda, a Hidalgo se le retiró el mando y el ejército se dividió en dos; uno, con López Rayón al frente, salió hacia Michoacán; el otro partió hacia el norte con Ignacio Allende y Miguel Hidalgo, para buscar ayuda en los Estados Unidos. Pero en las norias de Baján, Chihuahua, fueron aprehendidos por Ignacio Elizondo. Se les sometió a juicio y Allende fue fusilado junto con Ignacio Aldama y Mariano Jiménez. Sus restos descansan en la columna de la Independencia en la ciudad de México.

Josefa Ortiz De Domingez

(Valladolid, hoy Morelia, México, 1768 - Ciudad de México, 1829) Patriota mexicana y heroína de la independencia de México, conocida también por el apodo de la Corregidora de Querétaro.
Nacida en el seno de una familia de españoles de clase media, Josefa Ortiz de Domínguez fue bautizada el 16 de septiembre de 1768 con los nombres de María de la Natividad Josefa. Su padre, Juan José Ortiz, fue capitán del regimiento de los morados y murió en acción de guerra, cuando ésta contaba con pocos años de edad. Tras la muerte de su madre, María Manuela Girón, se hizo cargo de su educación su hermana María, la cual solicitó su ingreso en el Colegio de San Ignacio de Loyola.
Durante los años que permaneció en el colegio aprendió a leer, escribir y nociones básicas de matemáticas, además de lo que se consideraba en la época que debía aprender una señorita de su clase social, de este modo aprendió a bordar, coser y cocinar.
En el año 1791 contrajo matrimonio con el Miguel Domínguez, el cual en aquellos años trabajó en la secretaria de la Real Hacienda y en la oficialía del virreinato de Nueva España. Gracias a sus buenas relaciones con el virrey Félix Berenguer de Marquina, Miguel Domínguez, fue nombrado Corregidor de Querétaro en el año 1802. Durante estos primeros años de matrimonio, Josefa por su parte se hizo cargo de las labores domesticas y de la crianza y educación de los dos hijos de su esposo, puesto que Miguel era viudo cuando contrajeron matrimonio. Todo parece indicar que la pareja fue feliz y durante los años que permanecieron casados tuvieron doce hijos.
Además de estas labores domésticas, Josefa Ortiz de Domínguez se mostró muy identificada con los problemas de la clase social de los criollos, a la cual pertenecía por ser descendiente de españoles; ya que a pesar de las reformas realizadas tras la llegada de los Borbones a España (1700), se perpetuó la tradición de que fueran españoles, nacidos en la península, los que ocuparan los altos cargos de la administración virreinal y del ejército, relegando así a los criollos a los puestos secundarios.
Josefa defendió sus intereses de clase y también se hizo eco de las reivindicaciones de indios mexicanos, los cuales vivían en condiciones lamentables. Por este motivo durante toda su vida, intentó que se reconocieran los derechos de los indígenas y además aprovechó su posición, como mujer del corregidor, para llevar a cabo numerosas obras de caridad.
En 1808 se produjo la invasión napoleónica de España, la cual tuvo como consecuencia el inicio de la guerra de la Independencia y la formación de las juntas de gobierno, ante la ausencia de Fernando VII. Las noticias llegadas de España en 1808 parece que iniciaron el movimiento independentista de México, ya que tras las primeras muestras de apoyo al rey comenzó a fraguarse en algunas mentes la idea de separarse totalmente de España.
Tras un intento fallido del virrey para formar una junta de gobierno independiente se produjeron las primeras conspiraciones destinadas a acabar con el orden establecido. Miguel Domínguez, como corregidor, apoyó al virrey en su decisión de formar una Junta de gobierno, pero ante la imposibilidad de llevar estos planes a la práctica, se hizo partidario de los ideales independentistas, parece que a instancias de su mujer, que se convirtió en una firme colaboradora del movimiento.
Así, tras los primeros momentos de confusión, cada vez se hizo más claro para muchos, la necesidad de construir en México un Estado en el que imperaran los valores democráticos. Esto influyó notablemente en el matrimonio Domínguez, que abrió su casa a unas hipotéticas reuniones literarias, aunque en realidad se mantenían reuniones de carácter político, con posterioridad en ellas se tomarían decisiones para iniciar el movimiento revolucionario en la zona, bautizado tiempo después como la conspiración de Querétaro.
A estas reuniones políticas en casa de los corregidores, acudieron algunos de los más famosos revolucionarios de los primeros momentos de la independencia mexicana, como es el caso de los capitanes Arias, Aldama e Ignacio Allende, el cual parece que fue pretendiente de una de las hijas de Josefa.
El 13 de septiembre de 1810 se informó al juez eclesiástico Rafael Gil de León, que se estaba preparando una conspiración en Querétaro para proclamar la independencia de México, puesto que se estaban almacenando armas en las casas de los simpatizantes del movimiento revolucionario. Rápidamente dicho juez informó al corregidor Domínguez para que interviniera en el asunto.
Miguel Domínguez, aunque no participó de forma activa en las reuniones que se mantenían en su casa, conocía perfectamente a los implicados en la conspiración, pero fingiendo ignorar la situación, comenzó a realizar los registros que el juez le ordenaba. Tras informar a su esposa de que la conjura había sido descubierta por las autoridades españolas, decidió encerrarla en su habitación para evitar que informara a los implicados, en un intento de salvar a su familia y a él mismo de posibles represalias, puesto que eran conocidas tanto sus inclinaciones políticas como las de su mujer. Pero Josefa decidió intervenir y avisar a los revolucionarios. De este modo elaboró una nota con letras impresas sacadas de periódicos; para evitar que se reconociera su propia caligrafía; y decidió enviársela al capitán Allende a través del alcaide Ignacio Pérez, el cual cabalgó en busca del capitán y al no encontrarle en San Miguel el Grande, entregó la misiva al padre Miguel Hidalgo.
Tras esta notificación de Josefa, el padre Hidalgo decidió adelantar el levantamiento a la madrugada del 16 de septiembre de 1810. En un principio, dicho levantamiento estaba previsto que se iniciara el 1 de octubre de ese mismo año. Miguel Hidalgo aprovechando su posición como párroco de Dolores, convocó a sus feligreses y les instó a luchar por conseguir un gobierno más justo y logró su propósito, puesto que la mayoría de los convocados eran indios, los cuales se encontraban en una situación precaria debido a las malas condiciones de vida y a las tremendas desigualdades que imperaban en la vida del virreinato.
Gracias al aviso de la Corregidora, como se la apodaría popularmente en la época, muchos conspiradores pudieron escapar antes de ser detenidos por las autoridades virreinales. Pero Josefa no salió bien parada de su arriesgada acción. El 14 de septiembre, tras recibir noticias de Hidalgo, mandó una carta al capitán Arias, para que se preparara para la lucha, pero éste la delató y tanto su marido como ella fueron detenidos el mismo día que se produjo el grito de Dolores.
Tras su detención, Josefa Ortiz de Domínguez fue conducida al convento de Santa Clara y su marido al de Santa Cruz, ambos situados en la ciudad de Querétaro. Miguel fue juzgado y destituido, pero fue liberado gracias a la intervención popular, puesto que durante los años que ejerció como corregidor había demostrado su apoyo a las clases más desfavorecidas, ya que con anterioridad, se había mostrado contrario a aplicar la medida propuesta por virrey, para sanear la economía y recaudar fondos, de poner en venta los bienes de las obras pías, instituciones benéficas que arrendaban tierras a bajo precio.
Josefa, por su parte, fue trasladada a México D.F., en el año 1814 y fue recluida en esta ocasión en el convento de Santa Teresa. Tras celebrarse su juicio, fue declarada culpable de traición, a pesar de los intentos de su marido, que ejerció de abogado defensor. Los últimos años de cautiverio los pasó en el convento de Santa Catalina de Sena, considerado más estricto que los anteriores. La situación de la numerosa familia Domínguez fue precaria durante estos años, puesto que Miguel, gravemente enfermo, apenas si podía ver a su esposa y no disponía de ingresos para mantener a sus hijos. El virrey Juan Ruiz de Apodaca, se hizo cargo de la situación y reconoció a Miguel Domínguez el derecho a percibir un sueldo por los servicios prestados y liberó a Josefa en junio de 1817.
Tras la proclamación de la Independencia, el 18 de mayo de 1822 Agustín Iturbide se proclamó emperador de México y ofreció a Josefa un puesto en su corte, para que fuera dama de honor de su esposa, Ana Duarte de Iturbide. Para Josefa esto fue del todo intolerable y renunció a ocupar el mencionado puesto, ya que pensaba que la constitución de un Imperio, era totalmente contraria a los ideales por los que se había luchado durante la guerra.
En los últimos años de su vida Josefa Ortiz de Domínguez estuvo relacionada con los grupos liberales de carácter radical. En todo momento se negó a recibir cualquier recompensa, por el apoyo inestimable que había prestado a la consecución de la Independencia, ya que opinaba que no había hecho más que cumplir con su deber de buena patriota.
Falleció en México D.F., el 2 de marzo de 1829, a la edad de sesenta y un años. Sus restos fueron enterrados en el convento de Santa Catalina, aunque algún tiempo después fueron trasladados a Querétaro, donde reposan junto con los de su marido, en el Panteón de queretanos ilustres, en un mausoleo construido en su honor en 1847 en el antiguo huerto del convento de la Cruz.

José María Morelos
(José María Morelos y Pavón; Valladolid, actual Morelia, 1765 - San Cristóbal Ecatepec, 1815) Religioso, político y militar mexicano, caudillo de la independencia de México. Asumió el liderazgo del movimiento independentista tras la muerte en 1811 del cura Hidalgo (a cuya causa se había unido en 1810) y logró importantes victorias en el sur. Trató además de dar forma política a sus ideales de justicia e igualdad a través del Congreso de Chilpancingo (1813), que formuló la declaración de independencia, otorgó a Morelos un amplio poder ejecutivo y puso las bases para una Constitución liberal y democrática que sería aprobada en 1814.
José María Morelos era hijo de Manuel Morelos, carpintero de ascendencia india y de Juana María Pérez Pavón, criolla, cuyo padre había sido maestro de escuela en la ciudad. Durante catorce años, además de las primeras letras que le enseñó su madre, sólo se sabe que ayudó en lo que pudo para el sostenimiento de la familia.

La muerte del padre en 1779 significó un importante cambio. Confiado a la custodia de su tío Felipe Morelos, se trasladó a una hacienda cerca de Apatzingán (Michoacán) y se dedicó primero a la labranza y, poco después, a conducir como arriero una recua de mulas que su tío empleaba para transportar los ricos cargamentos de mercancías entre el puerto de Acapulco, terminal de los galeones de Manila, y la ciudad de México. Esta actividad le proporcionó unos ingresos regular, que el joven Morelos invertía en comprar mulas y sostener a su madre y hermana.
Así vivió hasta cumplir los 25 años; en 1790, ante la insistencia de su madre, que deseaba su ingreso en la carrera eclesiástica con la ilusión de que accediese a una capellanía o beneficio dejado por su bisabuelo materno, se separó de su tío Felipe y regresó a Valladolid para ingresar en el colegio de San Nicolás. Allí tuvo ocasión de conocer al rector Miguel Hidalgo y Costilla, con el que coincidió durante dos años. Estudió gramática y latín y dos años más tarde amplió estos estudios en el Seminario Tridentino de la misma ciudad, recibiendo instrucción en retórica y filosofía. El 28 de abril de 1795 recibió el título de bachiller de artes en la ciudad de México.
Poco después solicitó de la jerarquía eclesiástica de Valladolid que se le confiriesen la tonsura clerical, las cuatro órdenes menores y el subdiaconato, lo que consiguió a finales de ese mismo año. En abril de 1796 aceptó una oferta del cura de Uruapan para enseñar gramática y retórica a los niños del lugar, tras recibir la licencia correspondiente. Tras algunos años de ejercicio, el 20 de diciembre de 1797, cumplidos los 32 años de edad, fue promovido al sacerdocio, otorgándosele licencias para celebrar misa, oír confesiones y predicar en Uruapan y curatos vecinos.
Se iniciaba así una larga carrera sacerdotal que le llevó a ejercer de cura párroco, primero en un marginado distrito de Churumuco, etapa durante la cual falleció su madre en Pátzcuaro. Morelos permaneció en Churumuco durante poco más de un año, hasta que en marzo de 1799 se le transfirió a la parroquia de Carácuaro, a unos 50 kilómetros de distancia, tan pobre como la anterior pero mucho más poblada. En Carácuaro vivió Morelos toda una década, administrando la parroquia y viviendo de las aportaciones de sus feligreses, que se resistían por todos los medios al pago de los impuestos eclesiales.
Durante este periodo mantuvo y mejoró un negocio de ganado que había iniciado en la época de arriero, administró la herencia de su madre, transfirió a su hermana la casa familiar (actualmente Casa de Morelos en la ciudad de Morelia) y tuvo dos hijos ilegítimos. Más tarde, durante el periodo revolucionario, tuvo dos hijos más. En 1807 compró en Valladolid una casa a la que aumentó otro piso en 1809, sin que se tenga la menor certeza de que le llegara noticia alguna de que se estaba preparando una revolución. Bien es cierto que los historiadores señalan la creciente insatisfacción y en todo caso la frustración de Morelos, acumulada a lo largo de muchos años de cura parroquial.
En octubre de 1810, conocedor del levantamiento de Miguel Hidalgo, que había sido su rector en San Nicolás, decidió visitarle y hablar con él. Al parecer, su intención era la de ofrecerse como capellán, pero una vez llevado a cabo este encuentro el 20 de octubre, Hidalgo lo convenció de que aceptara una misión más importante: marchar a la costa del sur, reunir tropas y tomar el puerto de Acapulco, que Morelos conocía muy bien. El 25 de octubre, acompañado de una veintena de voluntarios mal armados, Morelos partió de Cuarácaro hacia las tierras calientes del sur, en calidad de lugarteniente de Hidalgo.
La actividad insurgente de Morelos duró cinco años, a lo largo de los cuales fue capaz de desarrollar cuatro campañas militares, además de una obra política, doctrinal y administrativa en la que se recoge un pensamiento avanzado, innovador y cargado de sentido popular y social. Se le reconoce un incipiente genio de estratega militar, despiadado y cruel en algunas ocasiones, y capaz de enfrentarse y doblegar en varias ocasiones a los ejércitos realistas superiores en número, bajo el mando del temible Félix María Calleja.
Las campañas de Morelos
La primera campaña, de octubre 1810 a agosto 1811, le permitió organizar y constituir un cuerpo de tropas disciplinado y bien armado, con el que intentó sin éxito la ocupación de Acapulco en febrero de 1811. Se retiró con sus fuerzas a Tecpan, desde donde preparó el asalto a Chilpancingo el 24 de mayo y la toma de Tixtla (actual Ciudad Guerrero) dos días más tarde. En el curso de esta campaña se le unieron los hermanos Miguel y Víctor Bravo, nacidos en la hacienda de Chichihualco; Vicente Guerrero, oriundo de Tixtla, y los hermanos Galeana, de Tecpan. En esta época contó con la colaboración del estadounidense Perter Ellis Bean, aventurero cosmopolita, que fabricó gran cantidad de pólvora para las tropas insurgentes.
Desgraciadamente, en junio de 1811 fueron ejecutados Miguel Hidalgo y sus principales ayudantes, aunque le sucedió en la dirección del movimiento Ignacio López Rayón, que se retiró a Zacatecas y se internó en Michoacán, mientras maduraba y concretaba un ideario político que diese coherencia y unidad a las iniciativas surgidas por todo el país. Unido a José María Liceaga, años más tarde compañero de Javier Mina, y a José Sixto Verduzco, enviado de Morelos, Rayón estableció en agosto de este año la Suprema Junta Nacional de América.
La mayor objeción que Morelos puso a esta Junta fue su declarado acatamiento a Fernando VII, defendido por Rayón como una medida de prudencia y moderación. Éste fue, por lo tanto, el primer núcleo de gobierno insurgente, que se atrajo la simpatía de los intelectuales y hacendados criollos que deseaban establecer un sistema de Juntas similar al implantado en las provincias de España. En la ciudad de México se inició, en este tiempo, la formación de una sociedad secreta llamada Los Guadalupes.
En agosto de 1811 Morelos contaba, según sus propias palabras, "con cuatro batallones en pie de guerra: uno para proteger los puertos de la costa; otro en El Veladero, fuera de Acapulco; un tercero en Tixtla y el último en Chilpancingo, para encargarse del abasto de pólvora". Desde el primer momento Morelos se inclinó por la proclamación de algunos principios revolucionarios, tomados de sus conversaciones con Hidalgo.
En Aguacatillo, el 17 de noviembre de 1810, había anunciado el establecimiento de un nuevo gobierno y en este decreto incluyó la abolición de la esclavitud (que confirmaría con solemnidad a principios de 1813), de los tributos y de las tesorerías de las comunidades. Este decreto está considerado como uno de los documentos más importantes en la historia social de América Latina. Como justificación de su levantamiento afirmaba que "ya que España se encontraba en manos de los franceses y los gachupines conspiraban con Napoleón para perpetuar su poder, todos los americanos debían unirse en defensa del país y de la religión".

La segunda campaña de Morelos, tras unos meses dedicados a la reorganización y preparación de sus huestes, se desarrolló de noviembre de 1811 a mayo de 1812. Una vez tomado Tlapa reunió a todas sus fuerzas en Chiautla para establecer una nueva estrategia: dividió su ejército en tres grandes cuerpos, uno al mando de Miguel Bravo, que marcharía hacia el sur y trataría de conquistar Oaxaca; el segundo dirigido por Hermenegildo Galeana, que atacaría y dominaría Taxco, y el tercero, bajo la dirección del propio Morelos, que avanzaría hacia el norte y entraría en Izúcar sin combatir el 12 de diciembre, para atacar Tenango y Tenancingo, antes de llegar a Cuautla (Morelos), ocupada el día de Navidad.
Se ha discutido acerca de por qué Morelos no siguió hasta Puebla, cuya conquista hubiera constituido el anticipo a la caída de la capital. En su lugar, dejando guarecida Cuautla, prefirió correr hacia el oeste, para unirse a las tropas de Galeana estacionadas frente a Taxco. Fue uno de sus más graves errores militares, porque mientras tanto, Félix María Calleja, con un numeroso cuerpo de ejército, sitió Zitácuaro (Michoacán), residencia de la Junta de Rayón, obligando a sus miembros a huir y dispersarse sin ofrecer resistencia. Este fue el comienzo de la decadencia de Rayón y de sus seguidores y constituyó un duro golpe al inicial optimismo insurgente.
Al conocer la caída de Zitácuaro, Morelos regresó a Cuautla, vía Cuernavaca, dispuesto a resistir el asalto anunciado de Calleja. El sitio de Cuautla, que se prolongó de febrero de mayo de 1812, ha sido interpretado de manera diferente por los panegiristas de cada uno de los bandos. Inicialmente Morelos logró derrotar a Calleja, pero Calleja consiguió reforzarse con tropas de refresco.
Mientras los insurgentes se mostraban incapaces de organizar una fuerza exterior que atacase al jefe realista por la espalda, el agotamiento de los víveres, la falta de agua y el acoso de las epidemias diezmaron los efectivos de Morelos y le obligaron a organizar una salida arriesgada, que culminó con notable éxito. Tanto los insurgentes como el propio Calleja se atribuyeron el triunfo sobre sus contrarios, pero el sitio de Cuautla, de todos modos, constituyó un modelo de resistencia límite, que socavó y atemperó el triunfalismo del virrey.
La tercera campaña, de junio de 1812 a agosto de 1813, fue la de mayor actividad y de más rotundo éxito de Morelos. Reagrupadas sus fuerzas en Chiautla, con Galeana y Bravo, durante algunos meses dominó el eje Chiautla-Tehuacán, llevó a cabo diversas acciones contra las fuerzas realistas y trató de impedir las comunicaciones entre la capital y el puerto de Veracruz. Al llegar el mes de noviembre se decidió a tomar la ciudad de Oaxaca, lo que consiguió el día 25 de este mes. Se trata de una de las acciones militares más brillante de Morelos, que contó con el apoyo de Mariano Matamoros y Miguel Bravo, logrando derrotar a las tropas del general español González Saravia. La brillante victoria de Morelos en Oaxaca reforzó mucho la suerte de los insurgentes, aumentó su prestigio personal y produjo una gran cantidad de beneficios materiales.
Durante varias semanas Oaxaca fue el cuartel general de Morelos, que fortaleció y extendió su dominio de la zona, al tiempo que intensificaba su labor administrativa y el ordenamiento de la insurgencia. Creó la intendencia de la provincia y el ayuntamiento de la ciudad, expidió reglamentos relativos a los horarios comerciales, a la tenencia de armas, al toque de queda y al uso de una insignia de identificación personal. También creó una Junta de Protección y Seguridad Pública, responsable del orden y la seguridad del pueblo. En la fiesta de acatamiento a la Junta Suprema, se presentó vistiendo un uniforme nuevo, con la insignia de capitán general, lo que simbolizaba la cumbre de su carrera militar.
En aquellos momentos, estuvo dudando si penetrar en el Valle de México, como le pedían sus seguidores de la capital, asociados en la agrupación de Los Guadalupes, o ceder al instinto que le señalaba la necesidad de apoderarse de un puerto de mar, para fortalecer sus relaciones con Estados Unidos y facilitar la llegada de ayudas procedentes del exterior. Inclinado por esta segunda opción, salió de Oaxaca el 9 de enero de 1813, atravesó la cordillera realizando marchas increíbles y, a partir de abril, estableció el asedio de Acapulco, que se prolongó durante varios meses hasta que el 20 de agosto consiguió su capitulación.
Pese al éxito, actualmente se piensa que con esta decisión Morelos perdió siete preciosos meses, que hubieran podido inclinar el resultado final de la insurgencia. De todos modos, con la conquista de Acapulco, Morelos controlaba un territorio que se extendía desde Guatemala hasta Colima, incluyendo la mayor parte de los actuales estados de Oaxaca y Guerrero, así como el sur de los de Veracruz, Puebla, México y Michoacán. En la ciudad de Oaxaca, a lo largo de casi todo el año 1813, se publicó, por iniciativa de Morelos, el periódico insurgente Correo Americano del Sur.
Mientras tanto se habían producido algunas novedades en el terreno político. Conocedor Morelos de las intenciones de Rayón de promulgar una Constitución americana, retrasó la contestación y, cuando lo hizo, pocos días antes de conquistar Oaxaca, le expresó sus objeciones principales: había que excluir definitivamente la mención a Fernando VII, limitar el número de los consejeros de Estado y aceptar que la elección del propuesto generalísimo de la república fuese de por vida, sin más límites que "la incapacidad, la enfermedad o la edad de sesenta años". Rayón no convirtió en ley su proyectada Constitución, entre otras razones, porque en la ciudad de México se había publicado y acatado públicamente la nueva Constitución española promulgada en Cádiz.
Mediado el mes de mayo, mientras sitiaba Acapulco, se le ocurrió a Morelos la idea de convocar un congreso nacional de representantes provinciales, como respuesta a las iniciativas de Rayón. Después de solicitar de éste que reuniera a los miembros de su Consejo en Chilpancingo, donde "serían reelegidos o depuestos", dirigió un decreto a las provincias para que nombraran electores que deberían reunirse el 8 de septiembre, con la finalidad de elegir un nuevo Congreso. Llegado el momento, redactó el texto conocido como Sentimientos de la Nación, que sirvió de base para las deliberaciones de los allí reunidos. En realidad, la mayoría de las propuestas, discursos y proclamas de Chilpancingo fueron redactadas por Carlos María Bustamante, fiel seguidor de Morelos.

Su última campaña, de contenido más político que militar, se desarrolló precisamente a partir de septiembre de 1813 y llega hasta su caída en Temeslaca, en noviembre de 1815. Instalado en Chilpancingo, Morelos formuló un plan de gobierno compuesto de 59 artículos, prácticamente un proyecto de Constitución. Reconocía el principio de la separación de poderes, proponía que el ejecutivo lo ejerciese un generalísimo elegido a perpetuidad y con derecho a proponer la legislación que considerase necesaria. El legislativo quedaría en manos de un Congreso de diputados, cuyas personas serían declaradas sagradas e inviolables, manteniendo de momento el poder judicial existente. El artículo 17 declaraba la independencia de España, sin hacer referencia a ningún monarca. Entre los miembros natos del Congreso se encontraban los miembros de la Junta Suprema de Rayón.
El 14 de septiembre, una vez instalado el Congreso, Morelos leyó un discurso y los diputados iniciaron el examen de las propuestas contenidas en Sentimientos de la Nación. Al día siguiente fue elegido generalísimo por aclamación, con todos los poderes y la facultad de nombrar sus lugartenientes, cargos que recayeron en Mariano Matamoros y Manuel Muñíz. Hubo que esperar durante algo más de un mes a que llegaran Rayon, Bustamante, Liceaga y Cos, pero en noviembre se celebraron sesiones regulares y el día 6 el Congreso aprobó una declaración de independencia, redactada por Bustamante.
Deseoso de conquistar Valladolid, porque entendía la necesidad de contar con una ciudad en la que establecerse, Morelos decidió su asalto, llegando a sitiarla a partir del 22 de diciembre de 1813. Pero los realistas, reforzados los últimos meses y con la llegada de importantes contingentes de tropas enviadas por el virrey Calleja, obligaron a Morelos a retirarse en confusa desbandada, lo que diezmó y desalentó a sus seguidores. De este modo se iniciaba la decadencia militar y política del líder insurgente, obligado a retirarse y a obedecer las órdenes del Congreso de Chilpancingo, periodo que se prolongó a lo largo de casi dos años.
Felix María Calleja, nombrado virrey de Nueva España, aprovechó esta situación para ejercer presión en todos los frentes, avanzando sobre Chilpancingo, lo que obligó al Congreso a emprender una marcha incesante, que lo llevaría finalmente a la ciudad de Apatzingán, rumbo a Jalisco, donde acabó de discutirse y se proclamó el texto constitucional el 22 de octubre de 1814. Morelos, entre tanto, había renunciado al poder ejecutivo y dejó de ejercer mando militar alguno, excepto el de las tropas de su escolta. De regreso a Acapulco, vivió momentos muy dolorosos, al enterarse de la muerte de sus más fieles seguidores como Matamoros y Galeana, los brazos ejecutores de su estrategia militar.
Corriendo de un lugar a otro, medio escondido y rodeado de un escaso contingente de tropas, repelió a las fuerzas enviadas para capturarle, participó con fidelidad admirable en los trabajos del Congreso, mantuvo sus principios y discutió algunas de las medidas que pretendían tomar los dirigentes de la insurgencia. A mediados de 1814 solicitó a su colaborador Peter E. Bean que se trasladara a Estados Unidos, en demanda de ayuda y armamento.
Bean conoció al francés Joseph A. Humbert y, a través de éste, contactó con José Álvarez de Toledo, refugiado en Nueva Orleáns tras su fracaso de Texas. En mayo de 1815 Toledo escribió al Congreso, recibió un nombramiento de general insurgente en el exterior firmado por Morelos, y se ofreció para organizar una expedición en apoyo de la independencia. Cuando José Manuel Herrera, diputado que había sido presidente del Congreso en Chilpancingo, se trasladó a Nueva Orleáns junto con Toledo, se abrió una ventana a la esperanza insurgente.
El Congreso, mientras tanto, abandonó Apatzingán y se estableció en Uruapan, a la vez que elegía el nuevo poder ejecutivo tripartito integrado por Morelos, Cos y Liceaga. Obligado por su deseo de acercarse a un puerto de mar que le permitiera recibir la ansiada ayuda exterior, pero también por las disensiones y enfrentamientos de sus líderes, se decidió su traslado a Tehuacán, encargándose Morelos de escoltar y defender a los integrantes del legislativo. Con la incorporación de Nicolás Bravo, el contingente militar se componía de un millar de soldados, la mitad de ellos armados. Sin embargo, llegados a Tesmalaca, seis millas más allá del río Mezcala (cerca de la actual Iguala), un destacamento realista al mando del coronel de la Concha cayó sobre el convoy y aprehendió a Morelos, mientras Bravo pudo escapar, protegiendo al convoy hasta su llegada a Tehuacán.
Conducido a la ciudad de México, el 22 de noviembre de 1815 se iniciaba el primero de la serie de juicios a que fue sometido, ya que las autoridades militar, eclesiástica y civil se disputaron el derecho a condenarlo. Incoado con toda rapidez, el primer juicio terminó el día 23 y enseguida se presentó al prisionero ante el temible tribunal de la Inquisición, que lo incriminó por abandono de las doctrinas de la Iglesia y la adopción de herejías de autores malignos. El juicio estatal se celebró el día 28 y su declaración, registrada y anotada por el propio Morelos, constituye una de las fuentes de información más valiosas sobre el movimiento de independencia.

Miguel Hidalgo y Costilla


Miguel Hidalgo y Costilla; San Diego Corralejo, Guanajuato, 1753 - Chihuahua, 1811) Patriota mexicano conocido también con el sobrenombre de El cura Hidalgo. Considerado como el padre de la patria mexicana, fue el iniciador de la lucha por la independencia.

Hijo segundo de don Cristóbal Hidalgo y Costilla, administrador de la hacienda de San Diego Corralejo, y de doña Ana María Gallaga Mandarte, tuvo tres hermanos. A los 12 años marchó a la ciudad mexicana de Valladolid (actual Morelia), donde realizó sus estudios en el Colegio de San Nicolás. Ya bachiller en 1770, marchó a al ciudad de México para cursar estudios superiores.
En 1773 se graduó como bachiller en filosofía y teología, y obtuvo por oposición una cátedra en el mismo Colegio de San Nicolás. Durante los años siguientes realizó una brillante carrera académica que culminó en 1790, cuando fue nombrado rector del Colegio de San Nicolás. En 1778 fue ordenado sacerdote; al recibir las órdenes sagradas ocupó varias parroquias, hasta que a la muerte de su hermano Joaquín, en 1803, lo sustituyó como cura de Dolores, en Guanajuato.
Hombre muy culto y profundo conocedor de las ideas de la Ilustración, las puso en práctica entre sus feligreses, en su mayoría indígenas, en el intento de mejorar sus condiciones económicas y de vida. Para ello les enseñó a cultivar viñedos, criar abejas y dirigir pequeñas industrias, lo que le valió el apoyo incondicional de sus feligreses.
En 1808, la invasión a España por las tropas napoleónicas y la consiguiente deposición de su monarca Carlos IV, y de su hijo Fernando VII, generaron gran oposición tanto en España como en América. Surgieron entonces numerosos grupos de intelectuales que discutían en torno a los problemas de la soberanía y la forma de gobernarse. En 1809 Hidalgo se unió a una de esas sociedades secretas, formada en Valladolid, cuyo fin era reunir un congreso para gobernar el Virreinato de Nueva España en nombre del rey Fernando VII, que en ese momento se encontraba preso de Napoleón, y en último caso lograr la independencia.
Los conjurados planeaban levantarse en armas contra el virrey de Nueva España el primero de octubre de 1810, pero fueron descubiertos a mediados de septiembre. Hidalgo y algunos otros conspiradores lograron ponerse a salvo gracias al aviso de Josefa Ortiz de Domínguez y se trasladaron a Querétaro, donde Hidalgo se reunió con Ignacio Allende.
El 16 de septiembre de 1810, Hidalgo enarboló un estandarte con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México, en el que se podía leer: "Viva la religión. Viva nuestra madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno". Hidalgo lanzaba así el llamado Grito de Dolores, que supuso el inicio de la revuelta; junto con Allende, consiguió reunir un ejército formado por más de 40.000 miembros.

El 21 de septiembre, el ejército de Hidalgo y Allende capturó Celaya, por lo que Hidalgo fue nombrado capitán general del Ejército Libertador e Ignacio Allende fue ascendido a teniente general. El obispo electo de Michoacán publicó un edicto el 24 de septiembre en el que eran excomulgados Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo. Seguidamente tomó las ciudades de Salamanca, Irapuato y Silao, hasta llegar a Guanajuato.
El 17 de noviembre Hidalgo se encaminó hacia Valladolid con siete mil hombres de caballería y doscientos cuarenta infantes, todos mal armados, entrando el 26 en Guadalajara, pero no logró llegar a la ciudad de México. En Guadalajara, Hidalgo expidió una declaración de independencia y formó un gobierno provisional; además decretó la abolición de la esclavitud, la supresión de los tributos pagados por los indígenas a la Corona y la restitución de las tierras usurpadas por las haciendas. A finales de año había perdido ya Guanajuato y Valladolid.
El 11 de enero de 1811 fue derrotado cerca de Guadalajara por un contingente de soldados realistas. Hidalgo huyó hacia Aguascalientes y Zacatecas, con la intención de llegar a Estados Unidos para buscar apoyos a su causa, pero fue traicionado por Ignacio Elizondo y capturado en las Norias de Acatita de Baján el 21 de mayo de 1811. Conducido a Chihuahua, Hidalgo fue juzgado en consejo de guerra y condenado a muerte. Lo degradaron como sacerdote y lo fusilaron en la mañana del 30 de julio de 1811. Su cabeza, junto con la de Allende y otros insurgentes, se exhibió como castigo en la alhóndiga de Granaditas de Guanajuato.

El gobierno virreinal estaba convencido de que con la muerte de los caudillos, fusilados en Chihuahua, acabaría el movimiento insurgente, pero no fue así; con la ayuda del pueblo, Ignacio López Rayón, lugarteniente de Hidalgo, retomó la lucha desde su refugio en Saltillo, al tiempo que en el sur del virreinato se había producido la sublevación de José María Morelos, seguidor de las ideas de Hidalgo. En 1821, el levantamiento obtuvo sus frutos y México logró su independencia de España.
Tras el establecimiento de la República Mexicana, en 1824, Hidalgo fue reconocido como primer insurgente y padre de la patria. El estado de Hidalgo lleva su nombre y la ciudad de Dolores pasó a llamarse Dolores Hidalgo en su honor. El 16 de septiembre, día en que proclamó su rebelión, se celebra en México el Día de la Independencia. Sus restos reposan en la Columna de la Independencia, en la ciudad de México.

martes, 11 de mayo de 2010

invacion francesa a españa.


Llegar los cuerpos de ejército a la Puerta del Sol y comenzar el ataque, fueron sucesos ocurridos en un mismo instante. Yo creo que los franceses, a pesar de su superioridad numérica y material, estaban más aturdidos que los españoles; así es que en vez de comenzar poniendo en juego la caballería, hicieron uso de la metralla desde los primeros momentos. La lucha, mejor dicho, la carnicería era espantosa en la Puerta del Sol. Cuando cesó el fuego y comenzaron a funcionar los caballos, la guardia polaca llamada noble, y los famosos mamelucos cayeron a sablazos sobre el pueblo, siendo los ocupadores de la calle Mayor los que alcanzamos la peor parte, porque por uno y otro flanco nos atacaban los feroces jinetes. El peligro no me impedía observar quién estaba en torno mío, y así puedo decir que sostenían mi valor vacilante además de la Primorosa, un señor grave y bien vestido que parecía aristócrata, y dos honradísimos tenderos de la misma calle, a quienes yo de antiguo conocía.
Teníamos a mano izquierda el callejón de la Duda; como sitio estratégico que nos sirviera de parapeto y de camino para la fuga, y desde allí el señor noble y yo, dirigíamos nuestros tiros a los primeros mamelucos que aparecieron en la calle. Debo advertir, que los tiradores formábamos una especie de retaguardia o reserva, porque los verdaderos y más aguerridos.
combatientes, eran los que luchaban a arma blanca entre la caballería. También de los balcones salían muchos tiros de pistola y gran número de armas arrojadizas, como tiestos, ladrillos, pucheros, pesas de reló, etc. Pero aquel fuego mal dirigido no nos valía gran cosa, porque los mamelucos habían conseguido despejar a golpes gran parte de la calle, y adelantaban de minuto en minuto. -A ellos, muchachos -exclamó la maja, adelantándose al encuentro de una pareja de jinetes, cuyos caballos venían hacia nosotros.
Ustedes no pueden figurarse cómo eran aquellos combates parciales. Mientras desde las ventanas y desde la calle se les hacía fuego, los manolos les atacaban navaja en mano, y las mujeres clavaban sus dedos en la cabeza del caballo, o saltaban, asiendo por los brazos al jinete. Este recibía auxilio, y al instante acudían dos, tres, diez, veinte, que eran atacados de la misma manera, y se formaba una confusión, una mescolanza horrible y sangrienta que no se puede pintar. Los caballos vencían al fin y avanzaban al galope, y cuando la multitud encontrándose libre se extendía hacia la Puerta del Sol, una lluvia de metralla le cerraba el paso. Perdí de vista a la Primorosa en uno de aquellos espantosos choques; pero al poco rato la vi reaparecer lamentándose de haber perdido su cuchillo, y me arrancó el fusil de las manos con tanta fuerza, que no pude impedirlo. Quedé desarmado en el mismo momento en que una fuerte embestida de los franceses nos hizo recular a la acera de San Felipe el Real. El anciano noble fue heridojunto a mí: quise sostenerle; pero deslizándose de mis manos, cayó exclamando: «¡Muera Napoleón! ¡Viva España.
Aquel instante fue terrible, porque nos acuchillaron sin piedad; pero quiso mi buena estrella, que siendo yo de los más cercanos a la pared, tuviera delante de mí una muralla de carne humana que me defendía del plomo y del hierro. En cambio era tan fuertemente comprimido contra la pared, que casi llegué a creer que moría aplastado. Aquella masa de gente se replegó por la calle Mayor, y como el violento retroceso nos obligara a invadir una casa de las que hoy deben tener la numeración desde el 21 al 25, entramos decididos a continuar la lucha desde los balcones. No achaquen Vds. a petulancia el que diga nosotros, pues yo, aunque al principio me vi comprendido entre los sublevados como al acaso y sin ninguna iniciativa de mi parte, después el ardor de la refriega, el odio contra los franceses que se comunicaba de corazón a corazón de un modo pasmoso, me indujeron a obrar enérgicamente en prode los mios. Yo creo que en aquella ocasión memorable hubiérame puesto al nivel de algunos que me rodeaban, si el recuerdo de Inés y la
consideración de que corría algún peligro no aflojaran mi valor a cada instante. Invadiendo la casa, la ocupamos desde el piso bajo a las buhardillas: por todas las ventanas se hacía fuego arrojando al mismo tiempo cuanto la diligente valentía de sus moradores encontraba a mano. En el piso segundo un padre anciano, sosteniendo a sus dos hijas que medio desmayadas se abrazaban a sus rodillas, nos decía: «Haced fuego; coged lo que os convenga. Aquí tenéis pistolas; aquí tenéis mi escopeta de caza. Arrojad mis muebles por el balcón, y perezcamos todos y húndase mi casa si bajo sus escombros ha de quedar sepultada esa canalla. ¡Viva Femando! ¡Viva España! ¡Muera Napoleón.

Estas palabras reanimaban a las dos doncellas, y la menor nos conducía a una habitación contigua, desde donde podíamos dirigir mejor el fuego. Pero nos escaseó la pólvora, nos faltó al fin, y al cuarto de hora de nuestra entrada ya los mamelucos daban violentos golpes en la puerta. -Quemad las puertas y arrojadlas ardiendo a la calle -nos dijo el anciano-. Ánimo, hijas mías. No lloréis. En este día el llanto es indigno aun en las mujeres. ¡Viva España! ¿Vosotras sabéis lo que esEspaña? Pues es nuestra tierra, nuestros hijos, los sepulcros de nuestros padres, nuestras casas, nuestros reyes, nuestros ejércitos, nuestra riqueza, nuestra historia, nuestra grandeza, nuestro nombre, nuestra religión. Pues todo esto nos quieren quitar.

muera napoleon.

Entretanto los franceses asaltaban la casa, mientras otros de los suyos cometían las mayores atrocidades en la de Oñate. -Ya entran, nos cogen y estamos perdidos -exclamamos con terror, sintiendo que los mamelucos se encarnizaban en los defensores del piso bajo. -Subid a la buhardilla -nos dijo el anciano con frenesí- y saliendo al tejado, echad por el cañón de la escalera todas las tejas que podáis levantar. ¿Subirán los caballos de estos monstruos hasta el techo? Las dos muchachas, medio muertas de terror, se enlazaban a los brazos de su padre, rogándole que huyese. -¡Huir! -exclamaba el viejo-. No, mil veces no. Enseñemos a esos bandoleros cómo se defiende el hogar sagrado. Traedme fuego, fuego, y apresarán nuestras cenizas, no nuestras personas. Los mamelucos subían. Estábamos perdidos. Yo me acordé de la pobre Inés, y me sentí más cobarde que nunca. Pero algunos de los nuestros habíanse en tanto internado en la casa, y con fuerte palancarompían el tabique de una de las habitaciones más escondidas. Al ruido, acudí allá velozmente, con la esperanza de encontrar escapatoria, y en efecto vi que habían abierto en la medianería un gran agujero, por donde podía pasarse a la casa inmediata. Nos hablaron de la otra parte, ofreciéndonos socorro, y nos apresuramos a pasar; pero antes de que estuviéramos del opuesto lado sentimos, a los mamelucos y otros soldados franceses vociferando en las habitaciones principales: oyose un tiro; después una de las muchachas lanzó un grito espantoso y desgarrador. Lo que allí debió ocurrir no es para contado. El 19 de Marzo y el 2 de Mayo : Benito Pérez Galdós.

Malaga.

En los primeros dias de Agosto de 1812 las tropas francesas de la provincia de Málaga maliciaban que sus jefes superiores organizaban, desde Sevilla, su retirada de nuestro territorio. El 28 de Agosto por la mañana las murallas de Gibralfaro, que se minaba hacia tres dias, saltaron. La marcha de Málaga tuvo tres fases y cada una de ella con dos horas de diferencia. Así, se constatan las dos, las cuatro y las seis de la tarde los momentos que se inicia la marcha segmentada de las tropas francesas. Bajo un terrible calor que tenia secos los cardos del camino y un aire excesivamente calido a causa del tercer y ultimo ciclo del terral de aquel mes de Agosto las tropas emprendieron una marcha penosa, lenta e insufrible. así se reunieron en Antequera dos dias mas tarde y sin molestias ni sorpresa por parte de la tropas nacionales se dirigieron a Granada donde ya se les pierde la pista historica desde Málaga. Termina asi un corto pero intenso periodo de colonizacion francesa en la provincia.



1. Desde enero de 1805 una débil España había establecido una forzada alianza militar con la Francia napoleónica que la llevó a una desastrosa guerra contra Gran Bretaña y que, en la práctica, la dejaba sometida en calidad de aliada subordinada a los designios imperialistas de Bonaparte.

2. El estado español se hallaba en bancarrota económica y el gobierno de la monarquía debilitado por el odio popular, eclesiástico y nobiliario contra el primer ministro Manuel Godoy, duque de Alcudia, y por las pretensiones del príncipe heredero, Fernando, de arrebatar violentamente la corona a su padre, Carlos IV.

3. Napoleón deseaba unificar políticamente Europa bajo los ideales de la Revolución Francesa y la hegemonía política, económica y militar de Francia, recreando una suerte de segundo imperio Carolingio. Tras destronar a los sucesivos monarcas absolutos de Europa, Bonaparte había establecido una política agresiva de implantación de nuevos monarcas franceses, ligados a su familia, en cada país.

4. Dominada Europa tras sucesivas campañas militares y alianzas forzosas, sólo Gran Bretaña, gracias a su insularidad, resistía el dominio de Napoleón. Imposibilitada su invasión tras la derrota de Trafalgar, Bonaparte estableció el Bloqueo Continental, prohibiendo que cualquier país comerciara con las Islas para ahogarlas económicamente.

5. Portugal, aliado subordinado tradicional de Gran Bretaña, se negó. En virtud del Tratado de Fontainebleau, Bonaparte obligó a España a consentir la entrada de un Ejército francés de invasión. Aprovechando las discordias internas del gobierno español, los 30.000 soldados permitidos se elevarían pronto a más de 120.000, en un claro intento de invasión encubierta de la propia España.


6. Tras los sucesos del Motín de Aranjuez en 1808, que llevan a la caída de Godoy, y la abdicación forzada del trono de España de Carlos IV a favor de su hijo Fernando, Napoleón decide destronar por la fuerza a los Braganza en Portugal y a los Borbones en España para asentar en los dos países monarcas franceses y asegurar su alianza y la puesta de todos sus recursos demográficos, económicos y militares al servicio de Francia.

7. Llegadas las noticias de Aranjuez, en Madrid tienen lugar, el sábado 19 y el domingo 20 de marzo, numerosos disturbios populares en los que el pueblo madrileño toma las calles en apoyo a Fernando VII; numerosos inmuebles de personalidades afines al rey padre y a Godoy son asaltadas e incendiadas. Los Madrileños comprueban que con su actuación violenta popular sobre las calles pueden influir en los designios de sus atemorizados gobernantes.

8. En Bayona, a la que ha hecho acudir a Carlos IV y a Fernando con engaños, Bonaparte hace abdicar a los dos de la corona de España que entregará a su hermano mayor, José Bonaparte. En Madrid, la presencia de más de 20.000 soldados franceses en actitud cada vez más arrogante y desafiadora, va encrespando los ánimos de los madrileños en los últimos días de abril.

9. La Junta de Gobierno dejada en Madrid por Fernando VII, minada por la nulidad, cobardía y el afrancesamiento de varios de sus miembros, se ve impotente tanto para defender los derechos a la corona de Fernando como para detener la invasión militar francesa, por el momento pacífica. Varias conspiraciones cívico militares españolas profernandinas en contra de Bonaparte son desbaratadas por las propias autoridades españolas.

10. El lunes Dos de Mayo,las capas más populares del Pueblo de Madrid, en un clamor violento de indignación antifrancesa, se echan en la calle ante el Palacio Real para impedir la marcha del último infante real. La violenta represión francesa no hace más que extender el sangriento motín por toda la ciudad.

11. Durante cuatro horas, los franceses pierden el control de la ciudad sufriendo más de medio centenar de bajas entre muertos y heridos. Las autoridades españolas impiden salir a combatir a las débiles tropas españolas de guarnición. El pueblo, solo y sin armas, se enfrenta sangrientamente a los franceses. Apenas unas docenas de artilleros e infantes españoles del Parque de Monteleón desobedecen las órdenes uniéndose al pueblo y entregándole armas.

12. A las dos de la tarde el motín ha sido sofocado en sangre por más de 20.000 soldados franceses. En la lucha morirán y serán ejecutados ante los pelotones de fusilamiento imperiales 410 madrileños (de entre ellos 57 mujeres y 13 niños, también 40 militares españoles). Otros dos centenares largos serán heridos.

13. Días después serán conocidas las Renuncias de Bayona. El Gobierno español y los altos mandos militares acatarán la decisión. Sin embargo, el pueblo español y las autoridades locales y provinciales se rebelarán contra los designios del Emperador. Las noticias de la sangre vertida en Madrid irán llegando a todos los rincones de España. La mecha de la revolución contra las autoridades afrancesadas españolas, y de la guerra contra el Imperio que dominaba Europa, se desata.

14. Seis años después y con casi un millón de muertos, España, convertida ya en Nación merced a la Constitución de 1812, vence, unidos sus soldados, sus guerrilleros y su pueblo, la guerra, expulsando a los franceses de la Península con el auxilio de sus aliados británicos y portugueses.



Manuel Godoy «Pan y luces, que traen el pan y preparan los tiempos», tal fue su política y la causa de su perdición. Demonizado hasta el paroxismo por la Iglesia y por la aristocracia del Viejo Régimen, el Príncipe de la Paz quiso llevar la Ilustración al extremo, patrocinó las Ciencias, las Artes, la Educación, la Industria, los Viajes, abolió las corridas de toros, quiso hacer lo mismo con la Inquisición, fue el hijo que hubieran querido Carlos IV y María Luisa, sobrevivió al linchamiento de las turbas fernandinas y fue condenado al exilio perpetuo, por el que aún vaga. María Luisa de Parma Salvó la vida a Godoy, su hijo electo, dando la brasa a Murat con cartas implorantes y conmovedoras. Refinada, culta y, en consecuencia, desubicada. Infante Don Antonio Tío del anterior y de similar catadura, quedó responsable de la gobernación de España cuando Fernando corrió a Bayona en busca del refrendo de Napoleón al golpe de Estado contra su padre. De carácter brutal, llamaba a María Luisa 'la sabandija'. Conde de Montijo El acaudalado terrateniente Eugenio Palafox y Portocarrero, disfrazado de paleto y haciéndose llamar Tío Pedro, dirigió a la chusma en el golpe de Aranjuez y preparó el ‘espontáneo’ levantamiento del 2 de Mayo en Madrid para presionar a Napoleón en favor de Fernando. Domingo Badía i Leblich Culto, ilustrado, aventurero y políglota, desplegó en los países árabes, comisionado por Godoy, una deslumbrante acción diplomática en beneficio de España bajo la personalidad ficticia de Ali Bey, príncipe Abassida. José I le nombró Prefecto de Córdoba para llevar algún consuelo a sus habitantes y disputarle el poder que ejercía Soult como un bandido. Tomás de Morla. General tránsfuga. Primero, desde el bando sublevado, instigó para que se incumplieran los términos acordados con los prisioneros de Bailén, pero luego, cuando la chusma asesinó al Marqués de Perales, entregó Madrid sin lucha a Napoleón y abrazó la causa de José, convencido de que de la turbamulta no podría salir nada bueno. José María de Lanz Sucesor de Ali Bey en la Prefectura de Córdoba, el padre de la cinemática industrial y autor del extraordinario 'Essai sur la composition des machines', poco más pudo hacer que atenuar el hambre de los cordobeses con el cultivo intensivo de la patata. José I El rey que no pudo reinar, pese a ser el mejor, con mucho, de cuantos le ha tocado padecer a España. Hombre liberal, exquisito, instruido, pacífico y amable, agavilló en torno suyo a los ilustrados de Godoy, a los liberales no fernandinos, a los prerepublicanos y a los demócratas. Succionado por el torbellino de la guerra, fue, como español converso, un gran patriota de su nueva e imposible tierra. Napoleón Al Capone, que se había mirado desde chico en su espejo, dijo de él, no obstante, que para gran hombre había resultado ser demasiado pequeño. Su error con España: haberla despreciado y tratado con crueldad. Godoy escribió en sus ‘Memorias’: «Pasó como un meteoro, luminoso y sangriento». Agustina de Aragón Representados en ella todos los héroes y las víctimas de la guerra salvaje que dejó un germen de violencia en España que no dejó de reproducirse durante más de un siglo en guerras civiles. Y representadas en ella, particularmente, las mujeres, que tanto las sufrieron. Carlos IV De natural bonancible, tirando a tontorrón, los médicos le prescribieron extenuantes caminatas cinegéticas para atemperar su furor sexual.

Apasionado de los relojes, su misterioso latido le distrajo de una realidad que como rey, pero no más que la mayoría de sus antecesores, contribuyó a hacer penosa. Fernando VII Su gran afición infantil, la única que conseguía movilizar sus potencias, era la de torturar minuciosamente a los pajarillos de las frondas de los Reales Sitios. Semejante ejercicio le permitiría, en la edad adulta, torturar a España en su conjunto. Felón, cobarde, depravado, traidor, su pobre madre llegó a la conclusión de que era un marrajo. Duque del infantado De la más rancia y rica aristocracia castellana, fue uno de los más destacados conspiradores fernandinos contra las Luces y contra Godoy. Tras jurar en Bayona lealtad a José I, desertó al campo insurgente y mandó tropas con absoluto desprecio del arte militar y de la vida de sus soldados. Obispo de La odisea. Conspicuo miembro de la ‘patriótica’ Junta Suprema de Sevilla y adalid de la Cruzada contra el impío francés, firmó una proclama apocalíptica en la que decía que si bien el objetivo de la guerra era liberar España, era preferible, en caso de no poder conseguirlo, convertirla «en un inmenso sepulcro donde los cadáveres franceses y españoles amontonados enseñen a los siglos venideros tanto el heroísmo de los oprimidos como el castigo a sus opresores». Murat Cuñado de Napoleón, Gran Duque de Berg y aspirante al trono español, dirigió en Madrid la brutal represión contra los insurgentes del 2 de Mayo. Sus uniformes detonantes e imposibles debieron inspirar a Goering, tiempo después, los suyos. 'El Empecinado' Juan Martín, valiente guerrillero que, por liberal, fue condenado a muy mala muerte por Fernando el Séptimo, el Deseado, en su retorno a la España que por su causa se había abismado durante seis años en el infierno.

lunes, 10 de mayo de 2010




El proceso de la Independencia de México fue uno de los más largos de América. La Nueva España permaneció bajo el control de la Corona por tres siglos. Sin embargo, a finales del siglo XVIII, ciertos cambios en la estructura social, económica y política de la colonia llevaron a una élite ilustrada de novohispanos a reflexionar acerca de su relación con España. Sin subestimar la influencia de la Ilustración, la Revolución francesani la independencia de Estados Unidos, el hecho que llevó a la élite criolla a comenzar el movimiento emancipador fue la ocupación francesa de España, en 1808. Hay que recordar que en ese año, Carlos IV y Fernando VII abdicaron sucesivamente en favor de Napoleón Bonaparte, para después cederla a su hermano José Bonaparte, de modo que España quedó como una especie de protectorado francés.
En las colonias españolas en
América, se formaron varias juntas que tenían como propósito conservar la soberanía hasta que regresara el rey Fernando VII al trono. Nueva España no fue la excepción (encabezados por Francisco Primo de Verdad y Ramos), la diferencia es que el primer intento de este tipo concluyó con la destitución del virrey y la sujeción del Ayuntamiento de México a la autoridad directa de la nueva cabeza de la colonia (que a diferencia de Iturrigaray, no simpatizaba con la Junta). Tal situación llevó a los criollos a radicalizar su posición. Finalmente, el núcleo donde hubo de comenzar la guerra por la independencia fue Dolores, Guanajuato, luego que la conspiración de Querétaro fue descubierta. Aunque aquel 16 de septiembre de 1810 el cura Miguel Hidalgo y Costilla se lanzó a la guerra apoyado por una tropa de indígenas y campesinos, bajo el grito de "¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Fernando VII! ¡Muerte al mal gobierno!", finalmente la revolución le llevó por otro camino y se convirtió en lo que fue: una guerra independentista.
El conflicto duró once años y distó mucho de ser un movimiento homogéneo. Como se ha dicho, al principio reivindicaba la soberanía de Fernando VII sobre España y sus colonias, pero con el paso del tiempo adquirió matices republicanos. En 1813, el
Congreso de Chilpancingo (protegido por el generalísimo José María Morelos y Pavón) declaró constitucionalmente la independencia de la América Mexicana. La derrota de Morelos en 1815 redujo el movimiento a una guerra de guerrillas. Hacia 1820, sólo quedaban algunos núcleos rebeldes, sobre todo en la sierra Madre del Sur y en Veracruz. Por esas fechas, Agustín de Iturbide pactó alianzas con casi todas las facciones (incluyendo al gobierno virreinal) y de esta suerte se consumó la independencia el 27 de septiembre de 1821. España no la reconoció formalmente hasta diciembre de 1836 y de hecho intentó reconquistar México, sin éxito.
La ex colonia española pasó a ser una efímera monarquía constitucional católica llamada
Imperio Mexicano. Finalmente fue disuelto en 1823, cuando luego de varios enfrentamientos internos y la separación de Centroamérica, se convirtió en una república federal.


situacion de españa.
Este factor fue determinante, pues el clero español sabía que si Napoleón tomaba el poder en España, al tener una ideología diferente al catolicismo, perdería su poder sobre el pueblo, por esta razón también el cura Miguel Hidalgo y Costilla junto con el padre José María Morelos y Pavón iniciaron la lucha armada, para que el poder de Napoleón no afectara directamente al clero de la Nueva España.
La invasión de Portugal por parte de las tropas de Napoleón en 1807 obligó la huida de la Casa de Braganza a Brasil. En España, este suceso había provocado la división de la familia real española. Instigado por Manuel Godoy, el príncipe de Asturias había planeado un complot para destituir a sus padres de la corona. Finalmente, logró que Carlos IV abdicara en su favor el 19 de marzo de 1808. Tal suceso no complació en nada a Bonaparte, que intentó forzar a Carlos IV a declarar nula su abdicación. Aunque Fernando VII intentó formar un gobierno propio y organizar España, Napoleón le condujo con engaños a Bayona, donde el 5 de mayo de 1808 lo forzó a cederla corona a su padre, para que luego éste la entregara al francés.

juntas en queretaro.
En la zona de El Bajío, comenzaron a organizar una conjura en San Miguel el Grande los capitanes Ignacio Allende y Mariano Abasolo quienes habían tenido contacto, el año anterior, con los conspiradores de Valladolid, José Mariano Michelena y José María García Obeso. Las reuniones se trasladaron a la ciudad de Querétaro, en donde se sumaron un grupo de letrados, pequeños comerciantes y más militares del ejército colonial. Este grupo celebraba juntas disfrazadas de "academia literaria". Entre sus miembros se encontraban el cura Miguel Hidalgo y Costilla, el pequeño industrial Juan Aldama, el corregidor de la ciudad José Miguel Domínguez con su esposa Josefa Ortiz de Domínguez, el presbítero José María Sánchez, los abogados Parra, Altamirano y Laso, Francisco Araujo, Antonio Téllez, Ignacio Gutiérrez, los comerciantes Epigmenio y Emeterio González, el regidor Villaseñor Cervantes, el capitán Joaquín Arias, el teniente Francisco Lanzagorta y el teniente Baca. La organización de los conspiradores contemplaba en el mando de Allende como general, Aldama como segundo e Hidalgo al frente del movimiento popular, sus primeros pasos serían la destitución de todos los españoles en los puestos de gobierno, apoyados por un levantamiento que se llevaría a cabo el 1 de octubre,[64] para lo cual se prepararon lanzas, espadas y municiones que almacenaron en San Miguel el Grande, Dolores y Querétaro
Pero la Conspiración de Querétaro fue denunciada, el 9 de septiembre, por el empleado de correos José Mariano Galván. Al día siguiente, el propio capitán Joaquín Arias, al creer que todo estaba perdido, se autodenunció ante el alcalde Juan Ochoa . Otras denuncias llegaron a oídos del comandante Ignacio García Rebolledo, de esta manera se presionó al corregidor Domínguez para catear la casa de los hermanos González. En lugar se encontró armamento almacenado, en consecuencia Epigmenio y Emeterio fueron aprehendidos. Josefa Ortiz tuvo tiempo de enviar como mensajero al alcalde Ignacio Pérez para poner en sobre aviso a los conspiradores que se encontraban en San Miguel el Alto.


iniciacion de la independencia.
Pérez cabalgó la noche del 15 de septiembre hasta San Miguel logrando contactar a Juan Aldama, quien de inmediato se trasladó a Dolores, lugar al que llegó en la madrugada del 16 de septiembrepara informar las malas noticias a Allende e Hidalgo. Después de un intercambio de opiniones, el cura exclamó: "Si, lo he pensado bien, y veo que estamos perdidos y que no queda más recurso que ir a coger gachupines". Con ayuda de ochenta presos, que liberaron de la cárcel, capturaron al delegado Rincón, se dirigieron al atrio de la Iglesia, tocaron las campanas, Hidalgo pronunció un discurso explicando que el movimiento al que incitaba era para derribar al mal gobierno, quitando del poder a los españoles que trataban de entregar el reino a los franceses, le ofreció a la población que se dejarían de pagar tributos, ofreciendo a quienes participaran un peso diario si llevaban caballo y la mitad a los de a pie. Se aprehendieron a diecinueve españoles. Se juntaron más de seiscientos hombres, a quienes se les repartieron lanzas y machetes, Hidalgo arengó a la población, las palabras exactas que pronunció,



primeros avances militares
Entre 1785 y 1786, en Nueva España se había producido una de las crisis agrícolas más grandes de su historia, provocando una hambruna en la que murieron cerca de 300 000 personas. Entre 1808 y 1809 una grave sequía en El Bajío había reducido las cosechas, por consiguiente los alimentos habían cuadruplicado sus precios, por otra parte, las guerras en Europa habían provocado escasez y desempleo. Los campesinos vieron en Hidalgo a un líder que podría conducirlos a una vida mejor, de esta forma los insurgentes lograron conseguir adeptos muy rápidamente.
Contaba además, con los refuerzos que pudieran proveerle Allende y Mariano Abasolo, oficiales del Regimiento de Dragones de la Reina en San Miguel el Grande. Acompañado de esta tropa, cuya magnitud se desconoce, se dirigieron primero a Atotonilco, donde tomaron el estandarte de la Virgen de Guadalupe, que fue considerado el emblema del movimiento. Ahí nuevamente Hidalgo arengó a su tropa, con el grito de "¡Viva la Virgen de Guadalupe , viva Fernando VII!", la población respondía "¡Viva la América y mueran los gachupines!".
Al paso de los insurgentes por las poblaciones del oriente de Guanajuato, se unieron mineros y peones de las haciendas aledañas, algunos pocos llevaban armas de fuego, pero la mayoría estaban armados con machetes, lanzas, palos, garrotes, hondas y piedras. El 21 de septiembre, cuando llegaron a las inmediaciones de Celaya, su fuerza era de veinte mil hombres. Seguidos por los soldados y la masa del pueblo, Hidalgo y Aldama marcharon a la cabeza del contingente enarbolando un retrato de Fernando VII. Al llegar a la ciudad, sonó un disparo y la plebe comenzó a realizar un saqueo en la ciudad. Los soldados comandados por Aldama intentaron inútilmente contener la acción. En esa población, Miguel Hidalgo fue nombrado capitán general, quedando al mando del ejército por encima de Allende —que sin duda era más hábil en lo que se refiere a táctica militar— a quien se le nombró teniente general. De Celaya, los insurgentes salieron con rumbo noroeste y en su camino se apoderaron de Salamanca, Irapuato y Silao. Cuando llegaron a las inmediaciones de Guanajuato, el 28 de septiembre, el número de los rebeldes había aumentado considerablemente. La mayor parte de las clases altas urbanas de Nueva España vieron al principio con buenos ojos la revolución encabezada por Hidalgo, pero a medida que se evidenció que los jefes insurgentes no podían contener a sus seguidores, el apoyo se fue desvaneciendo, incluso el mismo Ignacio Allende comenzaba a ver con recelo a Hidalgo, a quién más tarde acusaría de haberse dejado llevar por la plebe



Batalla del monte de las cruces.

Los insurgentes avanzaron hacia Toluca para llegar a la antesala poniente de la Ciudad de México en el Monte de las Cruces. Con el propósito de hacer frente a la rebelión, el teniente coronel Torcuato Trujillo con un destacamento realizó reconocimientos en el área de Ixtlahuaca, pero al confirmar el avance del numeroso ejército que comandaba Hidalgo prefirió tomar posiciones con en el mayor Mendívil, en Lerma y en el puente de Atengo. Los rebeldes arrollaron la posición del puente avanzando por Santiago Tianguiste. Un grupo comandado por el capitán Bringas llegó a la escena para apoyar a Trujillo. La batalla se libró en el bosque, las fuerzas insurgentes dirigidas por Abasolo, Jiménez y Allende realizaron el ataque en un movimiento envolvente, logrando la victoria. Cuando se agotaron las municiones, los defensores huyeron a la Ciudad de México bajando por Cuajimalpa y Santa Fe; entre los sobrevivientes marchaba Agustín de Iturbide. Durante el combate murieron más de cinco mil hombres, con bajas semejantes para ambos bandos.
En la capital, Venegas preparó la defensa, exaltó a los habitantes enarbolando la imagen de la Virgen de los Remedios. El 31 de octubre, Jiménez y Abasolo bajaron con una bandera blanca para negociar la capitulación con el virrey, pero éste respondió con una negativa, esperando la próxima llegada de los ejércitos virreinales comandados por Calleja y Flon. Por razones que son desconocidas, el generalísimo prefirió volver a la capital de Michoacán, esta decisión provocó la deserción de la mitad de las tropas e inció el distanciamiento con Allende quien no estuvo de acuerdo con la determinación de Hidalgo.

Batalla de Guanajuato.
Hidalgo en lugar de permanecer más tiempo en Valladolid se dirigió hacia Guadalajara desviándose del plan acordado con Allende, quien se lo reprochó pues contaba con la ayuda de recibir refuerzos del generalísimo en Guanajuato. Esta acción provocó un distanciamiento entre los jefes insurgentes, la cual se acrecentó cuando Allende se enteró que Hidalgo —cediendo al deseo de las masas populares— había ordenado el fusilamiento de cuarenta españoles en Valladolid, y cuando se percató que el cura había dejado caer en el olvido la figura de Fernando VII.
El ejército virreinal al mando de Calleja y Flon vencieron a las tropas de Allende en la Batalla de Guanajuato obligando a los insurgentes a escapar. Entre los habitantes que permanecieron en la ciudad se corrió el rumor de que el ejército virreinal estaba próximo a entrar a la ciudad y que pasaría a cuchillo a todo aquel que hubiese apoyado a los rebeldes. Algunos pobladores asustados y encolerizados, decidieron asesinar a ciento treinta y ocho españoles que se encontraban presos en la Alhóndiga de Granaditas.[113] Cuando Calleja se enteró de esta matanza, dio la orden a su tropa de entrar a degüello por la ciudad, la cual fue obedecida y sólo detenida por las incesantes súplicas del padre Jesús Belaunzarán. Poco despúes, Flon y Calleja ordenaron fusilar a más de treinta sospechosos de haber participado en la rebelión, además se levantó un cadalso en el cual fueron ahorcados otros treinta y dos simpatizantes de los insurgentes.



Batalla del monte de las cruses.
A principios de noviembre de 1810, José Antonio Torres logró imponerse sobre la poca resistencia que ofrecieron las fuerzas virreinales en La Barca y en la Batalla de Zacoalco.Con una fuerza de veinte mil hombres entró a la ciudad de Guadalajara el 11 de noviembre. Casi de inmediato José María Mercado fue comisionado para tomar las plazas de Tepic y San Blas, objetivos que logró, sin disparar un solo tiro el 28 de noviembre y el 1 de diciembre respectivamente. Pero en la zona del Bajío, las plazas que habían sido tomadas por los insurgentes fueron recuperadas por el ejército virreinal. Las jefes insurgentes se reunieron nuevamente cuando Hidalgo llegó a Guadalajara el 26 de noviembre y Allende el 12 de diciembre.
Durante su estancia en Guadalajara, Hidalgo publicó un bando aboliendo la esclavitud, derogó los tributos a las castas, eliminó los estancos de la pólvora y del tabaco, así como las cajas de comunidad y pensiones que se exigían a los indígenas. Hizo publicar el periódico independiente El Despertador Americano. Los insurgentes trataron de organizar un gobierno, nombraron a José María Chico como ministro de Justicia y de Gracia, a Ignacio López Rayón como ministro de Estado y Despacho, y a Pascasio Ortiz de Letona como ministro plenipotenciario ante el congreso de los Estados Unidos con el objetivo de buscar una alianza militar y económica. Durante esas fechas, Hidalgo escribió el borrador del Manifiesto sobre la autodeterminación de las naciones:
«Cuando yo vuelvo la vista por todas las naciones del universo y veo que quieren gobernarse por individuos de su misma nación, no puedo menos creer que ésta es una idea impresa en ella por el Dios de la naturaleza. El francés quiere ser mandado por francés; el inglés, por inglés; el italiano, por italiano; el alemán, por alemán...Esto entre las naciones cultas. Y entre los bárbaros de América, el apache quiere ser gobernado por apache; el pima, por pima; el tarahumara, por tarahumara, etcétera. ¿Por qué a los americanos se les ha de privar del goce de esta prerrogativa? Hablad, españoles injustos, ¿por qué no queréis que gocemos lo que Dios ha concedido a todos los demás hombres? Vosotros, indignos de llamaros humanos, ¿por qué nos queréis privar de las dulzuras de la independencia?»
Miguel Hidalgo, diciembre de 1810.
Hidalgo escuchó la denuncia de una conspiración que se fraguaba por parte de los españoles de Guadalajara para entregar la ciudad al ejército de Calleja, el cual se aproximaba. Sin mayor preámbulo el generalísimo ordenó la ejecución de ochenta sospechosos en el cerro de la Bateas. Las matanzas se continuaron realizando de manera furtiva por parte del coronel Vicente Loya y algunos de sus hombres alcanzando la cifra de trescientas cincuenta víctimas. Allende y Aldama reclamaron airadamente esta acción, pero Hidalgo fue condescendiente con los asesinos. Este evento fue el punto límite que provocó el distanciamiento de Allende con el generalísimo.
Al saber del avance de las tropas virreinales hacia Guadalajara, se celebró una junta de guerra. Allende propuso dejar entrar libremente al contingente de Calleja en la ciudad, para que una vez que estuviera dentro, emboscarlo por todas direcciones; pero Hidalgo decidió que la opción sería combatir en las afueras de la ciudad. Un ejército de reserva, comandado por José de la Cruz y Pedro Celestino Negrete, avanzaba también hacia Guadalajara. Hidalgo ordenó a Ruperto Mier marchar con dos mil hombres para detener este otro avance. Estas fuerzas se confontaron en la Batalla de Urepetiro con la consecuente derrota de los insurgentes.
El 16 de enero, noventa y tres mil insurgentes tomaron posiciones en los alrededores del Puente de Calderón, el día 17 de enero de 1811, el ejército virreinal conformado por ocho mil hombres al mando de Calleja y Flon llegaron al lugar dando inicio a la Batalla del Puente de Calderón.[ Después de seis horas de combate, una granada cayó en el carro de municiones de los insurgentes. La detonación provocó pánico y una estampida de los rebeldes quienes "como palomas" huyeron atropelladamente perdiendo sus posiciones y dando la victoria a los virreinales.
Con un número reducido de tropa, los insurgentes se vieron obligados a huir hacia Aguascalientes, en la hacienda del Pabellón, Hidalgo fue relevado de su cargo de generalísimo.[ Allende dirigió la tropa hacia Zacatecas, sin encontrar ayuda en esa ciudad decidieron dirigirse hacia el Saltillo, lugar que mediante la Batalla de Aguanueva había logrado tomar José Mariano Jiménez. Decidieron buscar el apoyo de las provincias septentrionales de la Nueva España. Por otra parte, cuando José de la Cruz llegó a Guadalajara, fue comisionado para enfrentar a José María Mercado en Tepic, a quien derrotó el 31 de enero de 1811.


campaña de puebla.
Nuevas rebeliones insurgentes dirigidas por Juan Nepomuceno Rosáins, Máximo Machorro, Camilo Suárez, Vicente Gómez se iniciaron en Chalchicomula, Huamantla, Atlixco, Tepeaca y Tehuacán, las cuales fueron combatidas por el brigadier realista Olázabal. Estas fuerzas insurgentes siguieron combatiendo en la zona de Acultzingo. Mientras tanto, en Yautepec, Gabriel Armijo liquidó a Francisco Ayala, y Valerio Trujano fue atacado durante el Sitio de Huajuapan por el general realista José María de Régules Villasante desde el 5 de abril. El 4 de julio, Hermenegildo Galeana logró derrotar a José María Añorve en la Batalla de Zitlala. Morelos fue informado de la situación en la que se encontraba Trujano, de inmediato acudió al lugar logrando romper el sitio el 24 de julio, el cual tuvo una duración mayor a cien días. A finales de septiembre las fuerzas de Morelos prosiguieron su avance hacia Tepeaca y Tehuacán.
Trujano fue atacado y derrotado por el capitán realista Saturnino Samaniego en el rancho de la Virgen en las inmediaciones de Tepeaca, el insurgente que había resistido el largo sitio de Huajuapan murió el 7 de octubre.[187] El 28 de octubre, Morelos logró con éxito la Toma de Orizaba, provocando la huída del coronel José Antonio Andrade, pero abandonó el lugar el 31 de octubre al saber que un contingente dirigido por el coronel Luis de Águila se aproximaba a la ciudad. Morelos concentró sus fuerzas en Tehuacán, contando con cinco mil hombres y cuarenta cañones bajo los mandos de Mariano Matamoros, los tres Galeanas, Miguel y Victor Bravo, Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, y Manuel Mier y Terán juntos marcharon hacia Oaxaca el 10 de noviembre de 1812.
Toma de oaxaca.
El 25 de noviembre, Morelos y su ejército ocuparon la ciudad de Oaxaca la cual era defendida por el teniente general Antonio González Saravia y José María de Régules Villasante, quienes después de la derrota fueron capturados y fusilados. En la ciudad se instituyó un gobierno autónomo, José María Murguía fue nombrado intendente. Se fundó el periódico Correo Americano del Sur cuya redacción inicial estuvo a cargo del cura José Manuel de Herrera. El gobierno insurgente de la ciudad de Oaxaca duró de 1812 hasta 1814 cuando fue recuperada la población por el ejército realista. Fue la primera y única vez en que Morelos pudo tomar el control de una ciudad importante. Fue en esta plaza donde Morelos recibió los Elementos constitucionales redactados por Ignacio López Rayón, entre los puntos más importantes destacaron:
1.- La América es libre e independiente de toda otra nación.
2.- La religión católica será la única sin tolerancia de otra.5.- La soberanía dimana inmediatamente del pueblo, reside en la persona del señor don Fernando VII y su ejercicio en el Supremo Congreso Nacional Americano.24.- Queda enteramente proscrita la esclavitud.
Elementos constitucionales de Ignacio López Rayón.
Morelos fue nombrado el cuarto vocal de la Junta de Zitácuaro, pero se deslindó finalmente de la tesis fernandista, mediante una carta en la que solicitó "que se le quitara la máscara a la independencia, porque ya todos sabían la suerte de Fernando VII".
Mientras tanto, Nicolás Bravo se situó en el Puente del Rey sobre la carretera de Veracruz a Xalapa, entorpeciendo el tráfico de los realistas y secuestrando recursos materiales. Ramón López Rayón venció en Jerécuaro a José Mariano Ferrer. Los vocales de la Junta actuaron cada uno por su cuenta en distintas regiones: José Sixto Verduzco permaneció en la zona de Michoacán en Uruapán, Pátzcuaro y Tancítaro, fue perseguido constantemente por Pedro Celestino Negrete y Luis Quintanar; Ignacio López Rayón se trasladó a la intendencia de México, realizó operaciones militares en Ixmiquilpan y se reunió en Huichapan con Julián Villagrán para saber los pormenores de las actividades que este había realizado en San Juan del Río y Zimapán; y José María Liceaga se internó en el territorio de Guanajuato, fue perseguido por Agustín de Iturbide en Yuriria, al ser derrotado, tuvo que trasladarse al Valle de Santiago para reclutar gente en compañía de José María Cos. Los vocales reclamaron cada uno para sí la jefatura de la Junta, entraron en una discusión que finalmente condujo a la desaparición de facto de este órgano de gobierno hacia la primera mitad de 1813, fue el doctor Cos quien trató de reconciliarlos




Consumacion de la independencia.
Después de más de diez años de lucha, se estima que habían muerto más de un millón de personas en Nueva España, es decir una sexta parte de la población. Los gastos de guerra en España y en América pusieron al reino en la bancarrota. En España, la revolución iniciada por Rafael de Riego dio inicio al Trienio Liberal, de esta forma se restauró la vigencia de la Constitución de Cádiz. Fueron impuestas medidas anticlericales para restar el poder de la Iglesia, entre ellas la expulsión de los jesuitas, la abolición de diezmo y de la Inquisición. Cuando la elite de Nueva España vio afectados sus intereses intentó rechazar la forma de gobierno liberal. Una serie de reuniones encabezadas por el canónigo Matías de Monteagudo tuvieron lugar en el oratorio de San Felipe Neri, fueron conocidas bajo el nombre de Conspiración de la Profesa. Los conspiradores vieron en Agustín de Iturbide a un jefe militar capaz de dar un giro a la lucha de Independencia, la cual en lugar de tener el matiz popular, que habían abanderado Hidalgo y Morelos, se convirtió en un proyecto de elites que deseaban devolver a Fernando VII su poder absoluto.

Iturbide y Fernando VII de España
En lo que supuestamente iba a hacer la última campaña realista contra los insurgentes, el virrey Juan Ruiz de Apodaca mandó una fuerza comandada por el realista criollo Agustín de Iturbide a vencer al ejército de Guerrero en Oaxaca. Iturbide, hijo nativo de Valladolid, se hizo famoso por la pasión con la que perseguía a las fuerzas de Hidalgo y Morelos durante los primeros años de la lucha por la independencia. Favorito entre la jerarquías de la Iglesia mexicana, Iturbide era la encarnación del criollo conservador perfecto: pío, religioso, y dedicado a la protección de la propiedad privada y de los privilegios sociales. Sin embargo, Iturbide estaba insatisfecho: carecía de alto rango militar y de riquezas.
La misión de Iturbide en Oaxaca coincidió con un exitoso golpe militar en España contra el nuevo monarca, Fernando VII. Los líderes del golpe, que habían sido reunidos como una expedición militar para suprimir los movimientos independistas en las Américas, obligaron el rey Fernando a firmar la constitución liberal de 1812. Cuando las notícias de los acontencimientos llegaron a México, Iturbide las entendió como un peligro al status quo y una oportunidad para que los criollos tomaran el control de México. Irónicamente la independencia de México fue consumada cuando las fuerzas conservadores en la colonia decidieron levantarse en contra del breve régimen liberal en la madre patria. Después de enfrentarse a Guerrero, Iturbide cambió sus lealtades e invitó al líder rebelde a una junta para discutir los principios de un regenerado movimiento insurgente.
En Iguala, Agustín de Iturbide proclamó tres principios o garantías al México independiente: México sería una nación independiente gobernada por un monarca europeo; criollos y peninsulares tendrían los mismos derechos y privilegios; y la iglesia católica continuaría teniendo sus privilegios y el monopolio religioso en México. Después de convencer a sus tropas que aceptaran estos principios, que fueron proclamados el 24 de febrero de 1821 como el Plan de Iguala, Iturbide persuadió a Guerrero a que unieran sus fuerzas a favor de la nueva manifestación conservadora del movimiento de independencia. Un nuevo ejército, el ejército de las Tres Garantías, fue puesto bajo el comando de Iturbide para defender el Plan de Iguala. El plan satisfizo a liberales y conservadores: la meta de la independencia y la protección de la iglesia católica hicieron posible que todos se unieran al movimiento independentista.








































Acta de independencia.

El Acta de Independencia del Imperio Mexicano fue firmada el 27 de septiembre de 1821 por los miembros de la Suprema Junta Provisional Gubernativa, entre los cuales destacan: Antonio Joaquín Pérez Martínez, obispo de la Puebla de los Ángeles; Juan de O'Donojú, teniente general de los ejércitos españoles, Juan Orbegoso, coronel de los ejércitos nacionales; Pedro José Romero de Terreros, Conde de Jala y Regla, Marqués de San Cristóbal y de Villa Hermosa de Alfaro, gentil hombre de cámara con entrada y capitán de albarderos de la guardia del Virrey; Anastasio Bustamante, coronel del Ejército de Dragones de San Luis, y por los miembros de la Regencia del Imperio mexicano: Agustín de Iturbide, presidente; Juan O'Donojú, Manuel de la Bárcena, José Isidro Yañez y Manuel Velásquez de León (segundo, tercero, cuarto y quinto regente, respectivamente).