jueves, 13 de mayo de 2010

INDEPENDENCIA.



































































EL Grito De Dolores

El Grito de Dolores es considerado el punto cronológico con que inicia la guerra de Independencia de México. Consiste en el llamado que el cura Miguel Hidalgo y Costilla (en compañía de Ignacio Allende y de Juan Aldama), hace a sus parroquianos con el fin de que estos desconocieran y se sublevaran en contra de la autoridad virreinal de la Nueva España en la mañana del 16 de septiembre de 1810. El llamado se hace al tañir la famosa Campana de Dolores, ubicada en el campanario oriental de la iglesia parroquial del entonces poblado de Dolores (hoy Municipio de Dolores Hidalgo C.I.N. (Cuna de la Independencia Nacional), ubicado en el territorio del estado de Guanajuato).
Una vez congregada la población frente a la iglesia, el cura Hidalgo pronuncia un emotivo sermón, al final del cual grita: "¡Viva la Virgen de Guadalupe!, ¡Abajo el mal gobierno!, ¡viva Fernando VII" En futuras correspondencias de Allende se señalaría que el nombre de Fernando VII habría sido usado como pantalla. El texto de este grito ha sido alterado con posterioridad sirviendo a los intereses del gobierno respectivo, con adiciones como "Viva la América española" (un reclamo posterior), "Mueran los gachupines" (una expresión de rivalidad que sólo aparecería más tarde por parte de Miguel Hidalgo) o "Viva México". Este último forma parte del grito de independencia que en la actualidad profiere el presidente de México en ocasión de las festividades conmemorativas de la Independencia, pero es evidente que Hidalgo no pudo haberlo proferido así al no haberse determinado aún el nombre del futuro país independiente (ni si éste sería su destino).
La precipitación con la que convoca al levantamiento responde a que la conspiración independentista había sido recién descubierta por la autoridad virreinal. A partir de ahí iniciaría una guerra de independencia que culminaría con la firma del Tratado de Córdoba el 24 de agosto de 1821 y la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, evento con el que se consuma de forma oficial la independencia de México con respecto a España.
Actualmente, la Campana de Dolores se encuentra en la alta cornisa del balcón presidencial de Palacio Nacional, junto al de la Ciudad de México. Cada 15 de septiembre el presidente en turno la hace sonar, en conmemoración del aniversario del inicio del proceso independentista mexicano, proclamando vivas a la patria inspiradas lejanamente en las de Hidalgo y que varían de año en año, aunque con partes casi invariables (el final de la alocución con un triple ¡Viva México!, el viva a los héroes independentistas y otras).
Durante el siglo XIX el grito fue conmemorado el día 16 de septiembre, pero el presidente Porfirio Díaz cambió la celebración para la víspera, haciéndola coincidir con su cumpleaños, precisamente el día 15.


Historia de la alondiga de granaditas

La Alhóndiga de Granaditas se encuentra en la calle 28 de septiembre esquina con Mendizábal, en el Centro Histórico de la ciudad de GuanajuatoSi bien su cometido inicial fue el almacenaje y la venta de granos, funcionó muy poco como tal, ya que a los ocho meses de haber iniciado sus funciones dio comienzo el movimiento de Independencia y con éste cambió su destino cuando ante el inminente ataque de los insurgentes dirigidos por don Miguel Hidalgo y Costilla, la alhóndiga sirvió de refugio a los defensores de la colonia y el régimen virreinal comandados por el intendente Antonio de Riaño y Bárcenas. El 28 de septiembre de 1810 fue escenario de una de las primeras y más importantes batallas de la guerra de Independencia con la toma de la Alhóndiga de Granaditas en la que se cubren de gloria las armas insurgentes capitaneadas por don Miguel Hidalgo y Costilla, acompañado por don Ignacio Allende y Unzaga, don Juan Aldama, don Mariano Abasolo y don Mariano Jiménez.Esta batalla es recordada por la valentía de los mineros guanajuatenses, entre los que sin duda destacó el barretero de la mina de Mellado, Juan José de los Reyes Martínez, "El Pípila", quien cubierto con una pesada losa para esquivar a los contendientes que se encontraban parapetados, logró quemar la puerta del baluarte y propiciar el triunfo de Hidalgo y su ejército.
Causas de la guerra. Al igual que en el resto de la Nueva España, uno de los aspectos sociales que dieron pie a la guerra de independencia en esta región, fue que tanto los mineros como los peones acasillados estaban endeudados de por vida en las tiendas de raya. Por otra parte, los mineros guanajuatenses fueron severamente castigados por oponerse a la orden del rey Carlos III, que expulsaba a los jesuitas del Real de Minas, lo que motivó que muchos mineros fueran sentenciados a ser azotados públicamente y otros a la pena de muerte.Lo anterior generó el ánimo social preciso para el levantamiento contra los españoles, sólo faltaba la mecha para enfrentárseles abiertamente, el Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla la proporcionó, respaldado por el pueblo y muy significativamente por los mineros de Guanajuato. Es así que el 16 de septiembre de 1810, el pueblo de Dolores fue escenario del inicio del movimiento independentista.
Guanajuato, el objetivo. Con un ejército insurgente integrado por hombres del pueblo armados con ondas, garrotes, lanzas y unos cuantos machetes y fusiles fue que triunfó Hidalgo en Celaya. Su siguiente objetivo fue Guanajuato. A tan solo doce días del comienzo de la guerra de Independencia, llegó Hidalgo a la ciudad de Guanajuato. Ante el inminente ataque de los insurgentes dirigidos por el padre Hidalgo, el 28 de septiembre de 1810, se refugiaron en esta fortaleza el ejército realista y los españoles que habitaban la ciudad, comandados por el intendente Riaño. Fuertemente armados, los españoles resistían en la Alhóndiga de Granaditas todos los intentos de los insurgentes para apoderarse del edificio. El esfuerzo costaba muchas vidas a las tropas mal armadas de Miguel Hidalgo.
Desigualdad. La batalla fue cruel y despiadada, y estuvo marcada por la desigualdad de los contendientes. Sobresalió la valentía de los mineros guanajuatenses, entre los que se encontraba el barretero de la mina de Mellado, Juan José de los Reyes Martínez, apodado el Pípila, quien protegido por una gruesa losa en la espalda, se arrastró en medio de una nutrida balacera hasta la puerta de la Alhóndiga, y armado con una tea ardiendo, logró encender la puerta del baluarte, que pronto cedió, con lo que fue posible ocupar la Alhóndiga de Granaditas. Así culminó la más grande victoria insurgente sobre las tropas realistas.
Versiones. Existen diferentes versiones acerca del origen del Pípila. Se desconoce la fecha de su nacimiento pero se sabe que falleció el 26 de julio de 1863.Una de las versiones narra que fue oriundo del poblado de La Valenciana, Guanajuato y que trabajó como barretero en la mina de Mellado. La otra cuenta que Juan José nació en San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende), fue hijo legítimo de Pedro Martínez y María Rufina Amaro y que su esposa se llamó Victoriana Bretadillo.
Valiente mestizo. El insurgente Pedro García que conoció en Guanajuato al Pípila dice que era un hombre fuerte y valiente de tipo mestizo, de origen otomí o chichimeca, que sabía leer y escribir; era moreno de cabello lacio y oscuro, ojos rasgados y complexión musculosa, y padecía cascado, una enfermedad silicosa común entre los mineros. Partidario de la causa insurgente, pertenecía al ejército organizado por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende. Hoy en día se recuerda al Pípila con una estatua colocada en la parte alta de la ciudad de Guanajuato, obra del escultor Juan Olaguíbel.
Hacia Valladolid. Tras la toma de Guanajuato, el ejército insurgente comandado por Hidalgo marchó a la ciudad de Valladolid, hoy Morelia. Después se encaminó hacia México; ganó la batalla del Monte de la Cruces y fue derrotado en San Jerónimo Aculco, por el general español José María Calleja. Tras la derrota se dirigió a Guadalajara, en donde expidió decretos sobre el uso exclusivo de las tierras de comunidad por sus dueños, la abolición de la esclavitud, la extinción de los monopolios estatales del tabaco, la pólvora y los naipes, así como la supresión de los tributos que pagaban los indios.

Exhiben las cabezas. El ejército de Hidalgo se enfrentó al de Calleja en el Puente de Calderón. Tras caer en una trampa urdida por un ex jefe del movimiento libertador de Coahuila, el Generalísimo fue hecho prisionero por Calleja. Los cautivos comparecieron ante un consejo de guerra, e Hidalgo, condenado a muerte, sufrió su pena el 30 de julio de 1811.Un año más tarde de la toma de la Alhóndiga de Granaditas, el 14 de octubre de 1811, llegaron a Guanajuato las cabezas de los primeros héroes de la patria: Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez que fueron colocadas en jaulas de fierro en los cuatro ángulos de la Alhóndiga de Granaditas. Las cabezas permanecieron allí hasta el 28 de marzo de 1821 en que fueron retiradas por órdenes de don Anastasio Bustamante quien les mandó dar sepultura en el panteón de San Sebastián. Aún es posible apreciar las cuatro alcayatas que soportaron las jaulas.
Museo de la Alhóndiga. El edificio no volvió a ser depósito de semillas. Fue transformado sucesivamente en fábrica, almacén de tabacos, vecindario, también funcionó como cuartel de liberales. En el año de 1864 fue usado como cuartel por las tropas francesas. Ese mismo año, Guanajuato recibió la visita del emperador Maximiliano, quien tomó la decisión de convertirlo en cárcel, y con esa función se mantuvo hasta que en 1945 se comenzó a utilizar como museo regional. El 17 de septiembre de 1949 se realizó la dedicación como Museo de la Alhóndiga.En 1958 se decidió su transformación como el Museo Regional de Guanajuato que hoy opera dentro de la Red de Museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.


El Pípila; un minero que se unió a la lucha de independencia y que un 28 de septiembre se inmortalizó y pasó a ser un héroe nacional que de alguna manera encarna a todos los indígenas del México desde la colonia hasta la actualidad. Recordemos a los héroes del pueblo, un pueblo que sigue siendo explotado como en otros siglos. No se porque pero el siguiente relato de Galeano me hace pensar que el tiempo parece no cambiar las circunstancias de México y en general de está América Latina nuestra.
Las tropas de Hidalgo se abren paso, en tromba, desde las breñas de los cerros, y a pedradas se descargan sobre Guanajuato. El pueblo minero se suma a la avalancha insurgente. A pesar de los estragos de la fusilería del rey, la multitud inunda las calles y el oleaje arrolla a los soldados y arremete contra el bastión del poder español: en la Alhóndiga de Granaditas, bajo las bóvedas de treinta salas, hay cinco mil fanegas de maíz y una incontable fortuna en barras de plata, oro y alhajas. Los señores de la colonia, despavoridos, se han encerrado allí con sus caudales.En vano imploran piedad los petimetres. El Pípila, obrero de las minas, es el héroe de la jornada. Dicen que él se echó a la espalda una enorme losa, atravesó como tortuga la lluvia de balas y con una tea encendida y mucha brea incendió la puerta de la Alhóndiga. Dicen que el Pípila se llama Juan José Martínez y dicen que tiene otros nombres, todos los nombres de los indios que en los socavones de Guanajuato son o han sido.



Francisco Miranda

Precursor del movimiento de emancipación de Hispanoamérica (Caracas, 1750 - San Fernando, Cádiz, 1816). Era hijo de un comerciante canario que había hecho fortuna en Venezuela. Francisco estudió en la Universidad de Caracas y se alistó en el ejército español en 1771. Combatió en el norte de África, en las Antillas y en la intervención contra Gran Bretaña durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos (1780-81).
Luego se instaló como comerciante en Cuba. Pero fue procesado por contrabando y lectura de libros prohibidos en 1783; porque, efectivamente, Miranda era seguidor de los enciclopedistas y los filósofos ilustrados, cuyo ideario político liberal había adoptado.
Antes de ser desterrado al norte de África, consiguió huir y se lanzó, por lo que le quedaba de vida, a luchar contra la dominación colonial española en su país. Recorrió Europa y Estados Unidos defendiendo la causa de la independencia hispanoamericana, a imagen de lo que habían hecho las antiguas colonias británicas del continente. Su pertenencia a la masonería le facilitó el contacto con las personalidades más relevantes del mundo, a través de las logias europeas y americanas.
Durante su estancia en Francia, se adhirió a la Revolución, que le nombró general, y prestó sus servicios para la conquista francesa de los Países Bajos (1792-93); pero perdió el empleo por un conflicto con Dumoriez. Fue perseguido por el Comité de Salvación Pública durante el Terror (1793), pero se salvó de la guillotina por la caída de Robespierre. Luego presidió una junta de representantes de las colonias españolas de América (fundada en París en 1797), que respaldó su campaña en busca de apoyos internacionales.
En 1806 regresó a Venezuela, habiendo conseguido promesas de ayuda por parte de la zarina Catalina II de Rusia, el presidente americano Jefferson y, sobre todo, el Joven Pitt, primer ministro de Gran Bretaña, de cuyos intereses geoestratégicos se convirtió en agente.
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Miranda pretendía formar un único Estado hispanoamericano independiente desde el Mississippi hasta la Tierra del Fuego, para el cual había proyectado una constitución, ideado un nombre -Colombia- e incluso diseñado una bandera (la actual de Colombia, Venezuela y Ecuador). Pero su primer intento de desembarcar en Ocumare fue rechazado por el capitán general de Venezuela; y un segundo desembarco en Coro no despertó la adhesión que esperaba por parte de los criollos, por lo que regresó a Europa en busca de refuerzos (1807).
La invasión de España por las tropas de Napoleón en 1808 creó en las colonias americanas una situación de desconcierto y vacío de poder, que los independentistas aprovecharon para lanzar su revolución con más garantías de éxito: Miranda fundó el periódico El Colombiano, desde el cual coordinó los movimientos revolucionarios que estallaron simultáneamente y con características semejantes en toda Hispanoamérica en 1810; en aquel año regresó a Venezuela, a instancias de Bolívar y de la junta revolucionaria formada en Caracas.
Un Congreso proclamó la independencia de Venezuela al año siguiente, adoptando una Constitución inspirada en la de los Estados Unidos. Miranda fue puesto al frente del ejército rebelde y se proclamó dictador para detener el contraataque español (1812). Pero fue derrotado y capituló sin consultar a sus propios compañeros en aquel mismo año; desacreditado por sus errores políticos y militares, y enfrentado tanto a los republicanos radicales como a los terratenientes conservadores, fue arrestado por Bolívar y entregado a los realistas, que le enviaron preso a España, donde murió.

Ignaci Allende.

(Ignacio María de Allende y Unzaga) Militar independentista mexicano (San Miguel el Grande, actual San Miguel de Allende, Guanajuato, 1769 - Chihuahua, 1811).
Ignacio Allende era un criollo de buena familia, diestro en las artes de la caballería y de carácter fuerte. Por vocación, en 1795 ingresó en el ejército donde recibió una sólida formación y obtuvo el grado de capitán en 1797.
En el cantón de Jalapa Ignacio Allende conoció a otros criollos con los que compartió sus ideales políticos de descontento contra el Gobierno español. A finales de 1809 el Gobierno virreinal descubrió una gran conspiración en Valladolid (hoy Morelia) e intentó desmantelar el movimiento independentista, pero Allende estableció contacto con una ramificación importante en Querétaro, en la casa del corregidor Miguel Domínguez y su esposa, Josefa Ortiz.
Por uno de los participantes, el oficial Joaquín Arias, la conspiración fue descubierta, Ignacio Allende fue avisado oportunamente y pudo advertir a otro conspirador, el cura de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla. En la madrugada del 15 al 16 de septiembre de 1810 se convocó a todo el pueblo a toque de campana para tomar las armas. Un gran contingente de criollos e indígenas marcharon hacia San Miguel, y en Atotonilco el cura Hidalgo adoptó el estandarte con la Virgen de Guadalupe como insignia.

En Guanajuato los insurgentes, incontrolables, asaltaron ferozmente la alhóndiga de Granaditas y asesinaron sin piedad a los españoles junto con sus familias. Por ello Hidalgo y Allende se enemistaron entre sí. En Valladolid se les unieron más rebeldes que se enfrentaron con éxito al ejército realista en el Monte de las Cruces.
Su siguiente meta fue la ciudad de México pero, ante la perspectiva de otra matanza, Hidalgo decidió retroceder. En Aculco los esperaban las tropas realistas de Félix Calleja y Manuel Flon, que les derrotaron. De nuevo se enfrentaron a los realistas en el Puente de Calderón en donde los perdedores fueron los insurgentes.
Tras refugiarse en una hacienda, a Hidalgo se le retiró el mando y el ejército se dividió en dos; uno, con López Rayón al frente, salió hacia Michoacán; el otro partió hacia el norte con Ignacio Allende y Miguel Hidalgo, para buscar ayuda en los Estados Unidos. Pero en las norias de Baján, Chihuahua, fueron aprehendidos por Ignacio Elizondo. Se les sometió a juicio y Allende fue fusilado junto con Ignacio Aldama y Mariano Jiménez. Sus restos descansan en la columna de la Independencia en la ciudad de México.

Josefa Ortiz De Domingez

(Valladolid, hoy Morelia, México, 1768 - Ciudad de México, 1829) Patriota mexicana y heroína de la independencia de México, conocida también por el apodo de la Corregidora de Querétaro.
Nacida en el seno de una familia de españoles de clase media, Josefa Ortiz de Domínguez fue bautizada el 16 de septiembre de 1768 con los nombres de María de la Natividad Josefa. Su padre, Juan José Ortiz, fue capitán del regimiento de los morados y murió en acción de guerra, cuando ésta contaba con pocos años de edad. Tras la muerte de su madre, María Manuela Girón, se hizo cargo de su educación su hermana María, la cual solicitó su ingreso en el Colegio de San Ignacio de Loyola.
Durante los años que permaneció en el colegio aprendió a leer, escribir y nociones básicas de matemáticas, además de lo que se consideraba en la época que debía aprender una señorita de su clase social, de este modo aprendió a bordar, coser y cocinar.
En el año 1791 contrajo matrimonio con el Miguel Domínguez, el cual en aquellos años trabajó en la secretaria de la Real Hacienda y en la oficialía del virreinato de Nueva España. Gracias a sus buenas relaciones con el virrey Félix Berenguer de Marquina, Miguel Domínguez, fue nombrado Corregidor de Querétaro en el año 1802. Durante estos primeros años de matrimonio, Josefa por su parte se hizo cargo de las labores domesticas y de la crianza y educación de los dos hijos de su esposo, puesto que Miguel era viudo cuando contrajeron matrimonio. Todo parece indicar que la pareja fue feliz y durante los años que permanecieron casados tuvieron doce hijos.
Además de estas labores domésticas, Josefa Ortiz de Domínguez se mostró muy identificada con los problemas de la clase social de los criollos, a la cual pertenecía por ser descendiente de españoles; ya que a pesar de las reformas realizadas tras la llegada de los Borbones a España (1700), se perpetuó la tradición de que fueran españoles, nacidos en la península, los que ocuparan los altos cargos de la administración virreinal y del ejército, relegando así a los criollos a los puestos secundarios.
Josefa defendió sus intereses de clase y también se hizo eco de las reivindicaciones de indios mexicanos, los cuales vivían en condiciones lamentables. Por este motivo durante toda su vida, intentó que se reconocieran los derechos de los indígenas y además aprovechó su posición, como mujer del corregidor, para llevar a cabo numerosas obras de caridad.
En 1808 se produjo la invasión napoleónica de España, la cual tuvo como consecuencia el inicio de la guerra de la Independencia y la formación de las juntas de gobierno, ante la ausencia de Fernando VII. Las noticias llegadas de España en 1808 parece que iniciaron el movimiento independentista de México, ya que tras las primeras muestras de apoyo al rey comenzó a fraguarse en algunas mentes la idea de separarse totalmente de España.
Tras un intento fallido del virrey para formar una junta de gobierno independiente se produjeron las primeras conspiraciones destinadas a acabar con el orden establecido. Miguel Domínguez, como corregidor, apoyó al virrey en su decisión de formar una Junta de gobierno, pero ante la imposibilidad de llevar estos planes a la práctica, se hizo partidario de los ideales independentistas, parece que a instancias de su mujer, que se convirtió en una firme colaboradora del movimiento.
Así, tras los primeros momentos de confusión, cada vez se hizo más claro para muchos, la necesidad de construir en México un Estado en el que imperaran los valores democráticos. Esto influyó notablemente en el matrimonio Domínguez, que abrió su casa a unas hipotéticas reuniones literarias, aunque en realidad se mantenían reuniones de carácter político, con posterioridad en ellas se tomarían decisiones para iniciar el movimiento revolucionario en la zona, bautizado tiempo después como la conspiración de Querétaro.
A estas reuniones políticas en casa de los corregidores, acudieron algunos de los más famosos revolucionarios de los primeros momentos de la independencia mexicana, como es el caso de los capitanes Arias, Aldama e Ignacio Allende, el cual parece que fue pretendiente de una de las hijas de Josefa.
El 13 de septiembre de 1810 se informó al juez eclesiástico Rafael Gil de León, que se estaba preparando una conspiración en Querétaro para proclamar la independencia de México, puesto que se estaban almacenando armas en las casas de los simpatizantes del movimiento revolucionario. Rápidamente dicho juez informó al corregidor Domínguez para que interviniera en el asunto.
Miguel Domínguez, aunque no participó de forma activa en las reuniones que se mantenían en su casa, conocía perfectamente a los implicados en la conspiración, pero fingiendo ignorar la situación, comenzó a realizar los registros que el juez le ordenaba. Tras informar a su esposa de que la conjura había sido descubierta por las autoridades españolas, decidió encerrarla en su habitación para evitar que informara a los implicados, en un intento de salvar a su familia y a él mismo de posibles represalias, puesto que eran conocidas tanto sus inclinaciones políticas como las de su mujer. Pero Josefa decidió intervenir y avisar a los revolucionarios. De este modo elaboró una nota con letras impresas sacadas de periódicos; para evitar que se reconociera su propia caligrafía; y decidió enviársela al capitán Allende a través del alcaide Ignacio Pérez, el cual cabalgó en busca del capitán y al no encontrarle en San Miguel el Grande, entregó la misiva al padre Miguel Hidalgo.
Tras esta notificación de Josefa, el padre Hidalgo decidió adelantar el levantamiento a la madrugada del 16 de septiembre de 1810. En un principio, dicho levantamiento estaba previsto que se iniciara el 1 de octubre de ese mismo año. Miguel Hidalgo aprovechando su posición como párroco de Dolores, convocó a sus feligreses y les instó a luchar por conseguir un gobierno más justo y logró su propósito, puesto que la mayoría de los convocados eran indios, los cuales se encontraban en una situación precaria debido a las malas condiciones de vida y a las tremendas desigualdades que imperaban en la vida del virreinato.
Gracias al aviso de la Corregidora, como se la apodaría popularmente en la época, muchos conspiradores pudieron escapar antes de ser detenidos por las autoridades virreinales. Pero Josefa no salió bien parada de su arriesgada acción. El 14 de septiembre, tras recibir noticias de Hidalgo, mandó una carta al capitán Arias, para que se preparara para la lucha, pero éste la delató y tanto su marido como ella fueron detenidos el mismo día que se produjo el grito de Dolores.
Tras su detención, Josefa Ortiz de Domínguez fue conducida al convento de Santa Clara y su marido al de Santa Cruz, ambos situados en la ciudad de Querétaro. Miguel fue juzgado y destituido, pero fue liberado gracias a la intervención popular, puesto que durante los años que ejerció como corregidor había demostrado su apoyo a las clases más desfavorecidas, ya que con anterioridad, se había mostrado contrario a aplicar la medida propuesta por virrey, para sanear la economía y recaudar fondos, de poner en venta los bienes de las obras pías, instituciones benéficas que arrendaban tierras a bajo precio.
Josefa, por su parte, fue trasladada a México D.F., en el año 1814 y fue recluida en esta ocasión en el convento de Santa Teresa. Tras celebrarse su juicio, fue declarada culpable de traición, a pesar de los intentos de su marido, que ejerció de abogado defensor. Los últimos años de cautiverio los pasó en el convento de Santa Catalina de Sena, considerado más estricto que los anteriores. La situación de la numerosa familia Domínguez fue precaria durante estos años, puesto que Miguel, gravemente enfermo, apenas si podía ver a su esposa y no disponía de ingresos para mantener a sus hijos. El virrey Juan Ruiz de Apodaca, se hizo cargo de la situación y reconoció a Miguel Domínguez el derecho a percibir un sueldo por los servicios prestados y liberó a Josefa en junio de 1817.
Tras la proclamación de la Independencia, el 18 de mayo de 1822 Agustín Iturbide se proclamó emperador de México y ofreció a Josefa un puesto en su corte, para que fuera dama de honor de su esposa, Ana Duarte de Iturbide. Para Josefa esto fue del todo intolerable y renunció a ocupar el mencionado puesto, ya que pensaba que la constitución de un Imperio, era totalmente contraria a los ideales por los que se había luchado durante la guerra.
En los últimos años de su vida Josefa Ortiz de Domínguez estuvo relacionada con los grupos liberales de carácter radical. En todo momento se negó a recibir cualquier recompensa, por el apoyo inestimable que había prestado a la consecución de la Independencia, ya que opinaba que no había hecho más que cumplir con su deber de buena patriota.
Falleció en México D.F., el 2 de marzo de 1829, a la edad de sesenta y un años. Sus restos fueron enterrados en el convento de Santa Catalina, aunque algún tiempo después fueron trasladados a Querétaro, donde reposan junto con los de su marido, en el Panteón de queretanos ilustres, en un mausoleo construido en su honor en 1847 en el antiguo huerto del convento de la Cruz.

José María Morelos
(José María Morelos y Pavón; Valladolid, actual Morelia, 1765 - San Cristóbal Ecatepec, 1815) Religioso, político y militar mexicano, caudillo de la independencia de México. Asumió el liderazgo del movimiento independentista tras la muerte en 1811 del cura Hidalgo (a cuya causa se había unido en 1810) y logró importantes victorias en el sur. Trató además de dar forma política a sus ideales de justicia e igualdad a través del Congreso de Chilpancingo (1813), que formuló la declaración de independencia, otorgó a Morelos un amplio poder ejecutivo y puso las bases para una Constitución liberal y democrática que sería aprobada en 1814.
José María Morelos era hijo de Manuel Morelos, carpintero de ascendencia india y de Juana María Pérez Pavón, criolla, cuyo padre había sido maestro de escuela en la ciudad. Durante catorce años, además de las primeras letras que le enseñó su madre, sólo se sabe que ayudó en lo que pudo para el sostenimiento de la familia.

La muerte del padre en 1779 significó un importante cambio. Confiado a la custodia de su tío Felipe Morelos, se trasladó a una hacienda cerca de Apatzingán (Michoacán) y se dedicó primero a la labranza y, poco después, a conducir como arriero una recua de mulas que su tío empleaba para transportar los ricos cargamentos de mercancías entre el puerto de Acapulco, terminal de los galeones de Manila, y la ciudad de México. Esta actividad le proporcionó unos ingresos regular, que el joven Morelos invertía en comprar mulas y sostener a su madre y hermana.
Así vivió hasta cumplir los 25 años; en 1790, ante la insistencia de su madre, que deseaba su ingreso en la carrera eclesiástica con la ilusión de que accediese a una capellanía o beneficio dejado por su bisabuelo materno, se separó de su tío Felipe y regresó a Valladolid para ingresar en el colegio de San Nicolás. Allí tuvo ocasión de conocer al rector Miguel Hidalgo y Costilla, con el que coincidió durante dos años. Estudió gramática y latín y dos años más tarde amplió estos estudios en el Seminario Tridentino de la misma ciudad, recibiendo instrucción en retórica y filosofía. El 28 de abril de 1795 recibió el título de bachiller de artes en la ciudad de México.
Poco después solicitó de la jerarquía eclesiástica de Valladolid que se le confiriesen la tonsura clerical, las cuatro órdenes menores y el subdiaconato, lo que consiguió a finales de ese mismo año. En abril de 1796 aceptó una oferta del cura de Uruapan para enseñar gramática y retórica a los niños del lugar, tras recibir la licencia correspondiente. Tras algunos años de ejercicio, el 20 de diciembre de 1797, cumplidos los 32 años de edad, fue promovido al sacerdocio, otorgándosele licencias para celebrar misa, oír confesiones y predicar en Uruapan y curatos vecinos.
Se iniciaba así una larga carrera sacerdotal que le llevó a ejercer de cura párroco, primero en un marginado distrito de Churumuco, etapa durante la cual falleció su madre en Pátzcuaro. Morelos permaneció en Churumuco durante poco más de un año, hasta que en marzo de 1799 se le transfirió a la parroquia de Carácuaro, a unos 50 kilómetros de distancia, tan pobre como la anterior pero mucho más poblada. En Carácuaro vivió Morelos toda una década, administrando la parroquia y viviendo de las aportaciones de sus feligreses, que se resistían por todos los medios al pago de los impuestos eclesiales.
Durante este periodo mantuvo y mejoró un negocio de ganado que había iniciado en la época de arriero, administró la herencia de su madre, transfirió a su hermana la casa familiar (actualmente Casa de Morelos en la ciudad de Morelia) y tuvo dos hijos ilegítimos. Más tarde, durante el periodo revolucionario, tuvo dos hijos más. En 1807 compró en Valladolid una casa a la que aumentó otro piso en 1809, sin que se tenga la menor certeza de que le llegara noticia alguna de que se estaba preparando una revolución. Bien es cierto que los historiadores señalan la creciente insatisfacción y en todo caso la frustración de Morelos, acumulada a lo largo de muchos años de cura parroquial.
En octubre de 1810, conocedor del levantamiento de Miguel Hidalgo, que había sido su rector en San Nicolás, decidió visitarle y hablar con él. Al parecer, su intención era la de ofrecerse como capellán, pero una vez llevado a cabo este encuentro el 20 de octubre, Hidalgo lo convenció de que aceptara una misión más importante: marchar a la costa del sur, reunir tropas y tomar el puerto de Acapulco, que Morelos conocía muy bien. El 25 de octubre, acompañado de una veintena de voluntarios mal armados, Morelos partió de Cuarácaro hacia las tierras calientes del sur, en calidad de lugarteniente de Hidalgo.
La actividad insurgente de Morelos duró cinco años, a lo largo de los cuales fue capaz de desarrollar cuatro campañas militares, además de una obra política, doctrinal y administrativa en la que se recoge un pensamiento avanzado, innovador y cargado de sentido popular y social. Se le reconoce un incipiente genio de estratega militar, despiadado y cruel en algunas ocasiones, y capaz de enfrentarse y doblegar en varias ocasiones a los ejércitos realistas superiores en número, bajo el mando del temible Félix María Calleja.
Las campañas de Morelos
La primera campaña, de octubre 1810 a agosto 1811, le permitió organizar y constituir un cuerpo de tropas disciplinado y bien armado, con el que intentó sin éxito la ocupación de Acapulco en febrero de 1811. Se retiró con sus fuerzas a Tecpan, desde donde preparó el asalto a Chilpancingo el 24 de mayo y la toma de Tixtla (actual Ciudad Guerrero) dos días más tarde. En el curso de esta campaña se le unieron los hermanos Miguel y Víctor Bravo, nacidos en la hacienda de Chichihualco; Vicente Guerrero, oriundo de Tixtla, y los hermanos Galeana, de Tecpan. En esta época contó con la colaboración del estadounidense Perter Ellis Bean, aventurero cosmopolita, que fabricó gran cantidad de pólvora para las tropas insurgentes.
Desgraciadamente, en junio de 1811 fueron ejecutados Miguel Hidalgo y sus principales ayudantes, aunque le sucedió en la dirección del movimiento Ignacio López Rayón, que se retiró a Zacatecas y se internó en Michoacán, mientras maduraba y concretaba un ideario político que diese coherencia y unidad a las iniciativas surgidas por todo el país. Unido a José María Liceaga, años más tarde compañero de Javier Mina, y a José Sixto Verduzco, enviado de Morelos, Rayón estableció en agosto de este año la Suprema Junta Nacional de América.
La mayor objeción que Morelos puso a esta Junta fue su declarado acatamiento a Fernando VII, defendido por Rayón como una medida de prudencia y moderación. Éste fue, por lo tanto, el primer núcleo de gobierno insurgente, que se atrajo la simpatía de los intelectuales y hacendados criollos que deseaban establecer un sistema de Juntas similar al implantado en las provincias de España. En la ciudad de México se inició, en este tiempo, la formación de una sociedad secreta llamada Los Guadalupes.
En agosto de 1811 Morelos contaba, según sus propias palabras, "con cuatro batallones en pie de guerra: uno para proteger los puertos de la costa; otro en El Veladero, fuera de Acapulco; un tercero en Tixtla y el último en Chilpancingo, para encargarse del abasto de pólvora". Desde el primer momento Morelos se inclinó por la proclamación de algunos principios revolucionarios, tomados de sus conversaciones con Hidalgo.
En Aguacatillo, el 17 de noviembre de 1810, había anunciado el establecimiento de un nuevo gobierno y en este decreto incluyó la abolición de la esclavitud (que confirmaría con solemnidad a principios de 1813), de los tributos y de las tesorerías de las comunidades. Este decreto está considerado como uno de los documentos más importantes en la historia social de América Latina. Como justificación de su levantamiento afirmaba que "ya que España se encontraba en manos de los franceses y los gachupines conspiraban con Napoleón para perpetuar su poder, todos los americanos debían unirse en defensa del país y de la religión".

La segunda campaña de Morelos, tras unos meses dedicados a la reorganización y preparación de sus huestes, se desarrolló de noviembre de 1811 a mayo de 1812. Una vez tomado Tlapa reunió a todas sus fuerzas en Chiautla para establecer una nueva estrategia: dividió su ejército en tres grandes cuerpos, uno al mando de Miguel Bravo, que marcharía hacia el sur y trataría de conquistar Oaxaca; el segundo dirigido por Hermenegildo Galeana, que atacaría y dominaría Taxco, y el tercero, bajo la dirección del propio Morelos, que avanzaría hacia el norte y entraría en Izúcar sin combatir el 12 de diciembre, para atacar Tenango y Tenancingo, antes de llegar a Cuautla (Morelos), ocupada el día de Navidad.
Se ha discutido acerca de por qué Morelos no siguió hasta Puebla, cuya conquista hubiera constituido el anticipo a la caída de la capital. En su lugar, dejando guarecida Cuautla, prefirió correr hacia el oeste, para unirse a las tropas de Galeana estacionadas frente a Taxco. Fue uno de sus más graves errores militares, porque mientras tanto, Félix María Calleja, con un numeroso cuerpo de ejército, sitió Zitácuaro (Michoacán), residencia de la Junta de Rayón, obligando a sus miembros a huir y dispersarse sin ofrecer resistencia. Este fue el comienzo de la decadencia de Rayón y de sus seguidores y constituyó un duro golpe al inicial optimismo insurgente.
Al conocer la caída de Zitácuaro, Morelos regresó a Cuautla, vía Cuernavaca, dispuesto a resistir el asalto anunciado de Calleja. El sitio de Cuautla, que se prolongó de febrero de mayo de 1812, ha sido interpretado de manera diferente por los panegiristas de cada uno de los bandos. Inicialmente Morelos logró derrotar a Calleja, pero Calleja consiguió reforzarse con tropas de refresco.
Mientras los insurgentes se mostraban incapaces de organizar una fuerza exterior que atacase al jefe realista por la espalda, el agotamiento de los víveres, la falta de agua y el acoso de las epidemias diezmaron los efectivos de Morelos y le obligaron a organizar una salida arriesgada, que culminó con notable éxito. Tanto los insurgentes como el propio Calleja se atribuyeron el triunfo sobre sus contrarios, pero el sitio de Cuautla, de todos modos, constituyó un modelo de resistencia límite, que socavó y atemperó el triunfalismo del virrey.
La tercera campaña, de junio de 1812 a agosto de 1813, fue la de mayor actividad y de más rotundo éxito de Morelos. Reagrupadas sus fuerzas en Chiautla, con Galeana y Bravo, durante algunos meses dominó el eje Chiautla-Tehuacán, llevó a cabo diversas acciones contra las fuerzas realistas y trató de impedir las comunicaciones entre la capital y el puerto de Veracruz. Al llegar el mes de noviembre se decidió a tomar la ciudad de Oaxaca, lo que consiguió el día 25 de este mes. Se trata de una de las acciones militares más brillante de Morelos, que contó con el apoyo de Mariano Matamoros y Miguel Bravo, logrando derrotar a las tropas del general español González Saravia. La brillante victoria de Morelos en Oaxaca reforzó mucho la suerte de los insurgentes, aumentó su prestigio personal y produjo una gran cantidad de beneficios materiales.
Durante varias semanas Oaxaca fue el cuartel general de Morelos, que fortaleció y extendió su dominio de la zona, al tiempo que intensificaba su labor administrativa y el ordenamiento de la insurgencia. Creó la intendencia de la provincia y el ayuntamiento de la ciudad, expidió reglamentos relativos a los horarios comerciales, a la tenencia de armas, al toque de queda y al uso de una insignia de identificación personal. También creó una Junta de Protección y Seguridad Pública, responsable del orden y la seguridad del pueblo. En la fiesta de acatamiento a la Junta Suprema, se presentó vistiendo un uniforme nuevo, con la insignia de capitán general, lo que simbolizaba la cumbre de su carrera militar.
En aquellos momentos, estuvo dudando si penetrar en el Valle de México, como le pedían sus seguidores de la capital, asociados en la agrupación de Los Guadalupes, o ceder al instinto que le señalaba la necesidad de apoderarse de un puerto de mar, para fortalecer sus relaciones con Estados Unidos y facilitar la llegada de ayudas procedentes del exterior. Inclinado por esta segunda opción, salió de Oaxaca el 9 de enero de 1813, atravesó la cordillera realizando marchas increíbles y, a partir de abril, estableció el asedio de Acapulco, que se prolongó durante varios meses hasta que el 20 de agosto consiguió su capitulación.
Pese al éxito, actualmente se piensa que con esta decisión Morelos perdió siete preciosos meses, que hubieran podido inclinar el resultado final de la insurgencia. De todos modos, con la conquista de Acapulco, Morelos controlaba un territorio que se extendía desde Guatemala hasta Colima, incluyendo la mayor parte de los actuales estados de Oaxaca y Guerrero, así como el sur de los de Veracruz, Puebla, México y Michoacán. En la ciudad de Oaxaca, a lo largo de casi todo el año 1813, se publicó, por iniciativa de Morelos, el periódico insurgente Correo Americano del Sur.
Mientras tanto se habían producido algunas novedades en el terreno político. Conocedor Morelos de las intenciones de Rayón de promulgar una Constitución americana, retrasó la contestación y, cuando lo hizo, pocos días antes de conquistar Oaxaca, le expresó sus objeciones principales: había que excluir definitivamente la mención a Fernando VII, limitar el número de los consejeros de Estado y aceptar que la elección del propuesto generalísimo de la república fuese de por vida, sin más límites que "la incapacidad, la enfermedad o la edad de sesenta años". Rayón no convirtió en ley su proyectada Constitución, entre otras razones, porque en la ciudad de México se había publicado y acatado públicamente la nueva Constitución española promulgada en Cádiz.
Mediado el mes de mayo, mientras sitiaba Acapulco, se le ocurrió a Morelos la idea de convocar un congreso nacional de representantes provinciales, como respuesta a las iniciativas de Rayón. Después de solicitar de éste que reuniera a los miembros de su Consejo en Chilpancingo, donde "serían reelegidos o depuestos", dirigió un decreto a las provincias para que nombraran electores que deberían reunirse el 8 de septiembre, con la finalidad de elegir un nuevo Congreso. Llegado el momento, redactó el texto conocido como Sentimientos de la Nación, que sirvió de base para las deliberaciones de los allí reunidos. En realidad, la mayoría de las propuestas, discursos y proclamas de Chilpancingo fueron redactadas por Carlos María Bustamante, fiel seguidor de Morelos.

Su última campaña, de contenido más político que militar, se desarrolló precisamente a partir de septiembre de 1813 y llega hasta su caída en Temeslaca, en noviembre de 1815. Instalado en Chilpancingo, Morelos formuló un plan de gobierno compuesto de 59 artículos, prácticamente un proyecto de Constitución. Reconocía el principio de la separación de poderes, proponía que el ejecutivo lo ejerciese un generalísimo elegido a perpetuidad y con derecho a proponer la legislación que considerase necesaria. El legislativo quedaría en manos de un Congreso de diputados, cuyas personas serían declaradas sagradas e inviolables, manteniendo de momento el poder judicial existente. El artículo 17 declaraba la independencia de España, sin hacer referencia a ningún monarca. Entre los miembros natos del Congreso se encontraban los miembros de la Junta Suprema de Rayón.
El 14 de septiembre, una vez instalado el Congreso, Morelos leyó un discurso y los diputados iniciaron el examen de las propuestas contenidas en Sentimientos de la Nación. Al día siguiente fue elegido generalísimo por aclamación, con todos los poderes y la facultad de nombrar sus lugartenientes, cargos que recayeron en Mariano Matamoros y Manuel Muñíz. Hubo que esperar durante algo más de un mes a que llegaran Rayon, Bustamante, Liceaga y Cos, pero en noviembre se celebraron sesiones regulares y el día 6 el Congreso aprobó una declaración de independencia, redactada por Bustamante.
Deseoso de conquistar Valladolid, porque entendía la necesidad de contar con una ciudad en la que establecerse, Morelos decidió su asalto, llegando a sitiarla a partir del 22 de diciembre de 1813. Pero los realistas, reforzados los últimos meses y con la llegada de importantes contingentes de tropas enviadas por el virrey Calleja, obligaron a Morelos a retirarse en confusa desbandada, lo que diezmó y desalentó a sus seguidores. De este modo se iniciaba la decadencia militar y política del líder insurgente, obligado a retirarse y a obedecer las órdenes del Congreso de Chilpancingo, periodo que se prolongó a lo largo de casi dos años.
Felix María Calleja, nombrado virrey de Nueva España, aprovechó esta situación para ejercer presión en todos los frentes, avanzando sobre Chilpancingo, lo que obligó al Congreso a emprender una marcha incesante, que lo llevaría finalmente a la ciudad de Apatzingán, rumbo a Jalisco, donde acabó de discutirse y se proclamó el texto constitucional el 22 de octubre de 1814. Morelos, entre tanto, había renunciado al poder ejecutivo y dejó de ejercer mando militar alguno, excepto el de las tropas de su escolta. De regreso a Acapulco, vivió momentos muy dolorosos, al enterarse de la muerte de sus más fieles seguidores como Matamoros y Galeana, los brazos ejecutores de su estrategia militar.
Corriendo de un lugar a otro, medio escondido y rodeado de un escaso contingente de tropas, repelió a las fuerzas enviadas para capturarle, participó con fidelidad admirable en los trabajos del Congreso, mantuvo sus principios y discutió algunas de las medidas que pretendían tomar los dirigentes de la insurgencia. A mediados de 1814 solicitó a su colaborador Peter E. Bean que se trasladara a Estados Unidos, en demanda de ayuda y armamento.
Bean conoció al francés Joseph A. Humbert y, a través de éste, contactó con José Álvarez de Toledo, refugiado en Nueva Orleáns tras su fracaso de Texas. En mayo de 1815 Toledo escribió al Congreso, recibió un nombramiento de general insurgente en el exterior firmado por Morelos, y se ofreció para organizar una expedición en apoyo de la independencia. Cuando José Manuel Herrera, diputado que había sido presidente del Congreso en Chilpancingo, se trasladó a Nueva Orleáns junto con Toledo, se abrió una ventana a la esperanza insurgente.
El Congreso, mientras tanto, abandonó Apatzingán y se estableció en Uruapan, a la vez que elegía el nuevo poder ejecutivo tripartito integrado por Morelos, Cos y Liceaga. Obligado por su deseo de acercarse a un puerto de mar que le permitiera recibir la ansiada ayuda exterior, pero también por las disensiones y enfrentamientos de sus líderes, se decidió su traslado a Tehuacán, encargándose Morelos de escoltar y defender a los integrantes del legislativo. Con la incorporación de Nicolás Bravo, el contingente militar se componía de un millar de soldados, la mitad de ellos armados. Sin embargo, llegados a Tesmalaca, seis millas más allá del río Mezcala (cerca de la actual Iguala), un destacamento realista al mando del coronel de la Concha cayó sobre el convoy y aprehendió a Morelos, mientras Bravo pudo escapar, protegiendo al convoy hasta su llegada a Tehuacán.
Conducido a la ciudad de México, el 22 de noviembre de 1815 se iniciaba el primero de la serie de juicios a que fue sometido, ya que las autoridades militar, eclesiástica y civil se disputaron el derecho a condenarlo. Incoado con toda rapidez, el primer juicio terminó el día 23 y enseguida se presentó al prisionero ante el temible tribunal de la Inquisición, que lo incriminó por abandono de las doctrinas de la Iglesia y la adopción de herejías de autores malignos. El juicio estatal se celebró el día 28 y su declaración, registrada y anotada por el propio Morelos, constituye una de las fuentes de información más valiosas sobre el movimiento de independencia.